domingo, 28 de marzo de 2010

Una batalla perdida


Entiendo perfectamente que nuestras autoriades se crean en la obligación de, en defensa de la propiedad intelectual, los derechos de autor e incluso el libre mercado, intentar regular la transmisión de archivos y productos audiovisuales por la red. Seguramente, por la vía legislativa e incluso la técnica, si se tercia, podrán limitar hasta cierto punto la piratería de imágenes, sonidos y otros contenidos similares, pero después de una experiencia tan ya normal como la de hoy, tengo claro que se trata de una mísión imposible.

Si es factible ver desde Normandía, de forma gratuita, un partido entre el Real Madrid y el Atlético de idem que en España se ofrece por un canal de pago haciendo uso de un canal de deportes japonés, pretender limitar el acceso de dudosa legalidad a contenidos audiovisuales por internet es intentar poner puertas al campo y se convierte en una batalla perdida.

Sólo hay una duda que me asalta cuando veo estas cosas y es quién y porqué se entretiene a poner al alcance de todo el mundo tales contenidos. Para que un inutilito tecnológico como yo pueda acceder a una retransmisión deportiva, un estreno cinematográfico o el último disco de no sé quién, debe haber gente detrás que pongan conocimientos, medios y tiempo para facilitármelo. Teniendo en cuenta que yo acabo recibiéndolo graciosamente, me pregunto si el mundo pirata no resultará ser, en el fondo, un reducto de solidaridad.

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