lunes, 30 de agosto de 2010

El precio de una vida


Colgar a la vida la etiqueta de su precio es una tarea más que dificultosa. Evidentemente nadie haría tal cosa por sus seres queridos, aunque luego se acuerden indemnizaciones millonarias en las muertes accidentales para zanjar los pleitos más escabrosos. Dichas indemnizaciones lo que vienen a hacer es poner un precio a posteriori, porque en nuestro mundo, el civilizado y avanzado, la vida no tiene precio, pero la muerte sí.

Existen otros mundos donde eso no es del todo así y donde la extorsión, el secuestro y otras formas de exigir un precio por el hecho de seguir vivos están a la orden del día. Así, cuando alguien decide aventurarse en esos mundos aunque sea con la mejor de sus intenciones, debe asumir que la escala de valores en aquellas tierras son diferentes porque eso es tan parte de su cultura como la gastronomía o las danzas regionales.

Sin duda es muy fácil firmar mi opinión cuando desconozco cualquier cosa que vaya más allá de los nombres de los cooperantes recientemente liberados tras las negociaciones con una franquicia de Al-Qaeda, pero pasar por el peaje del chantaje de los terrorista dudo que sea una buena inversión para un estado a medio y largo plazo.

Pagar rescates puede ser una actitud plenamente razonable para los allegados a alguien en peligro pero cuando un estado negocia con terroristas y los alimenta les está lanzando el mensaje de que las vidas de sus compatriotas tienen precio y que alguien está dispuesto a pagarlo.

Como siempre la geografía cambia muchas cosas y las realidades son distintas, pero seguramente todo el mundo se llevaría las manos a la cabeza en caso de saber que se paga un rescate por la liberación de una persona secuestrada por ETA y yo, sinceramente, no creo que la diferencia esté en la marca de la banda.

Sin duda juego con ventaja no sólo por no conocer a los cooperantes secuestrados (cuya labor es sin duda loable y cuya vida tiene tanto o más valor que la de cualquier otra persona), sinó también por no tener la responsabilidad de tomar decisiones en asuntos de tanto calado pero, sea como sea, probablemente mi postura habría sido más digna del Elíseo que de la Moncloa.

domingo, 29 de agosto de 2010

Prioridades informativas


Quince días de vacaciones son más que suficientes para quedar totalmente desconectado de lo que pasa en el mundo de uno. Especialmente si los quince días los pasas perdido en un bucólico valle francés al que no ha llegado la TDT (allí llamada TNT) y sólo se sintonizan las televisiones públicas del país vecino.

Tengo que decir que como parte de mi objetivo era ese, el de desconectar, no he seguido con mucha atención los noticiarios ni televisados ni radiados pero mientras me enteré, por ejemplo, de que habían muerto dos soldados franceses en Afganistán, no tuve ninguna noticia de la liberación de Albert Vilalta y Roque Pascual tras los nueve meses de secuestro por Al Qaeda.

Seguramente no me enteré porque no coincidí con el noticiario adecuado pero, de no ser así, no quisiera pensar que la falta de prioridad informativa por parte de los medios públicos franceses tenga que ver con que sus rehenes, por desgracia, no han tenido la misma suerte hasta el momento (se dice que Francia no paga por ellos). Me gustaría creer que simplemente se trata de un criterio meramente periodístico que considere que, tratándose de españoles, no es noticiable en Francia.

viernes, 13 de agosto de 2010

Triple salto mortal con tirabuzón


Primero fue Joan Laporta. Después de su exitoso paso por la presidencia del Fútbol Club Barcelona anunció su decisión de saltar al campo de la política con la pretensión de, ni más ni menos, presidir la Generalitat de Catalunya. Ahora Jaime Lissavetzky anuncia su intención de dejar de ser el Secretario de Estado para el deporte con el fin de convertirse en alcalde de Madrid.

Podría añadir a esta lista la candidatura a la alcaldía de Manresa por CiU, que fue encabezada hace cuatro años por el presidente del Bàsquet Manresa SAE y que lo será en esta ocasión por un expresidente de la misma entidad que ostentaba cargos directivos en la ACB.

Provienen de campos diferentes, pero tienen en común que intentarán tirar de la popularidad que produce haber dirigido entidades con cierto éxito deportivo para asaltar presidencias políticas.

Esta nueva moda no se si es más peligrosa para la política o para el deporte. No sé si es peor que la gente se deslumbre por éxitos deportivos que no necesariamente tengan que estar ligados con una buena gestión social y económica a la hora de elegir a sus representantes o que las presidencias de los clubs se conviertan en simples trampolines que permitan a quienes las ostentan dar el triple salto mortal con tirabuzón incluido.

Ya se verá en qué acabará todo esto y qué programas acompañarán a los candidatos, pero por mi parte tengo mis serias dudas de que ganar un mundial de fútbol o seis títulos en una temporada garanticen en absoluto la capacidad de nadie para dirigir los designios de millones de personas que no luchan por una copa, sinó por un puesto de trabajo digno.

martes, 10 de agosto de 2010

Disculpad las molestias


En un comentario a uno de los posts de este blog, mi querida prima (política) Gabi me hacía llegar la reflexión de su marido, Salvador, que no entendía que hubiese gente con tiempo para escribir en un blog. No sé si él leerá este nuevo post y tal vez sea mejor que no lo haga porque sus innumerables conocimientos sobre psicología le darían para escribir cuatrocientas réplicas a lo que voy a intentar justificar en los párrafos siguientes.

Todo el mundo tenemos el mismo tiempo: 24 horas al día. A partir de ahí, tener tiempo para unas u otras cosas depende básicamente de dos factores: capacidad de organización y prioridades. Voy a obviar el primero porque prácticamente desconozco en qué consiste, pero intentaré razonar por qué podemos haber gente que prioricemos el blog a, por ejemplo, ver la pretemporada veraniega de los equipos de fútbol o estar colgando la ropa que acabamos de planchar.

Un tal Abraham Maslow dijo un día que todos los seres humanos tenemos unas necesidades que tendemos a cubrir de manera sucesiva, es decir, que existe una jerarquía entre ellas y por eso las representó en la archiconocida pirámide de Maslow.

Según esta teoría, cuando las personas tenemos garantizado el sustento y su continuidad (trabajo en el ayuntamiento), el descanso (trabajo en el ayuntamiento), la seguridad física (no sufro enfermedad alguna, no se presagian guerras a corto plazo y mi mujer no me pega) y el sexo (no haré ningún comentario para que mi mujer no me pegue), uno empieza a preocuparse de la afiliación (amistad, afecto, intimidad), el reconocimiento y la autorrealización por este orden.

De hecho, Frederick Irving Herzberg teorizó a su vez que, en el ámbito de la empresa, este último grupo de necesidades eran las realmente motivadoras, mientras que las primeras eran puramente higiénicas, es decir, no tenerlas cubiertas resultaría prácticamente insano.

Pues bien, supongo que es por todo ello que mantener un blog resulta motivador: permite una cierta relación social, en ocasiones te dicen que lo que dices está bien y, por tanto, te ofrecen reconocimiento y muy de tanto en cuanto uno se siente hasta realizado.

Tal vez por todo eso o quizá por otras cosas, de vez en cuando viene en gusto robarle a la vida unos minutos para compartir opiniones con la gente y darles ocasión de discutirlas. Eso, hace tiempo, se hacía en las plazas y en los cafés, pero ahora a las primeras de día no se va y por la noche hay botellones y los segundos han sido sustituídos por discotecas, bares musicales y cosas por el estilo.

Los tiempos cambian y ahora las tertulias son cibernéticas. No digo que me guste, pero la realidad nos puede. Uno, que había sido de los que podían compartir coche con una amiga hasta las cinco de la madrugada sin usar más músculo que la lengua y sin sacarla de la boca (siempre he sido entrañable), supongo que busca en la pantalla del ordenador el consuelo a la losa que supone un ritmo social que ha reforzado nuestro superego (lo que debemos hacer) hasta el punto de recluir nuestro ego (lo que nos apetecería hacer) en alguna recóndita región de nuestro cerebro.

Yo, una parte de él, la saco de vez en cuando a pasear por la red y quienes leen este blog acaban siendo sus víctimas. Disculpad las molestias.

lunes, 9 de agosto de 2010

De la segunda cada vez más


"Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera". Es la célebre frase que se le atribuye a Alber Einstein y a la que yo añadiría el título de este post después de leer la noticia de la muerte de un finalista en el campeonato mundial de sauna y ver el estado en que quedó el segundo.

Meterse en un sitio a 110ºC de temperatura no tiene perdón ni habiéndose elegido como método de suicidio. Si alguien lo hace por el orgullo de sentirse vencedor, demuestra que mi añadidura a la frase del genio tiene sentido.

sábado, 7 de agosto de 2010

curiosos, estos humanos


Sería, muy posiblemente, la conclusión a la que llegaría un espécimen alienígena que se hubiese perdido durante un año por nuestras latitudes del globo terráqueo para estudiar nuestro estilo de vida. En su informe seguramente, constarían anotaciones del estilo que sigue:

"Se pasan once meses trabajando desesperadamente para, a parte de subsistir y permitirse algún que otro lujo totalmente superfluo, recibir el premio anual de unas vacaciones. Evidentemente, cuando llegan a ellas, sufren de agotamiento, estrés y hartazgo de su entorno.

Teóricamente por ese motivo deciden entonces desplazarse de su hábitat natural a un lugar al que llaman destino turístico en el que deberían poder revertir los efectos anteriormente descritos. Sin embargo, el simple hecho de preparar y programar el desplazamiento puede producir un mayor agotamiento que el ya acumulado. En muchos casos dichos desplazamientos tienen lugar por carretera el mismo día para millones de personas, lo que conlleva unos atascos enormemente estresantes.

Para quienes disponen de un mayor poder adquisitivo o priorizan dichas vacaciones al resto de lujos innecesarios, existe la posibilidad de desplazamientos en avión, pero los retrasos que se acumulan, especialmente en caso de que se produzcan huelgas de controladores, las pérdidas de equipajes y las aglomeraciones en los aeropuertos, añadidos en ocasiones a largas horas de vuelo con jet-lag incluido, acaban produciendo también efectos adversos.

Una vez en su destino las masificaciones, especialmente en las zonas costeras donde se tienden sobre toallas llenas de arena millones de personas sin el más mínimo respeto al espacio vital, obligan a llevar niveles de organización y paciencia que superan la exigencia laboral en muchos casos.

Existen también aquellos que dicen "descansar" en la naturaleza a base de caminatas, ascensiones a montañas y prácticas de deportes varios que, a parte de poner en riesgo sus propias vidas, someten a su cuerpo a esfuerzos muy superiores a aquellos por los que reniegan durante su época de trabajo.

La última escusa que presentan para tales actitudes es la de la desconexión. Dicha desconexión, por los datos que tenemos, no se ha producido casi nunca dado que todo el mundo había vuelto de las vacaciones históricamente con numerosos objetos sin valor que simbolizaban la prueba de haber pensado en los allegados durante ese tiempo. Actualmente, dicha desconexión es aún más incierta, puesto que los teléfonos móviles y las redes sociales virtuales les permiten compartir casi al instante los datos e imágenes de toda actividad que realicen. De hecho, tienden a comentarlas continuamente como si lo verdaderamente importante fuese el hecho de poder presumir de ellas.

En definitiva, los seres humanos durante su periodo de asueto anual consiguen someterse a esfuerzos físicos, demandas mentales y niveles de conexión con su entorno bastante superiores a los del resto del año, con lo cual se genera la duda de si el mes de vacaciones sirve para reparar los daños producidos por el trabajo o si tuvieron que inventar los once meses laborales como método de supervivencia de la especie."

Seguramente no sea así, se admiten comentarios. Sea como sea, felices vacaciones a quien las tenga y quien no, que se consuele pensando al más puro estilo alienígena.

miércoles, 4 de agosto de 2010

¿vale más prevenir que curar?


Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de los pocos ministros actuales si no el único que aún me merece una cierta credibilidad, anunciaba ayer la detención de dos etarras que, al parecer, fueron los autores del asesinato del exjefe de la policía local de Andoain, Joseba Pagazaurtundua. Lo para mí impronunciable del apellido de la víctima me hizo pensar en lo absurdo del supuesto conflicto vasco que acaba llevando al fraticidio, pero mi reflexión va de otra cosa.

Durante su comparecencia, Rubalcaba recordó algo que ya le había oído decir en alguna otra ocasión: si ETA no mata, no es porque no tenga voluntad de hacerlo, sinó porque cada vez lo tiene más difícil. Evidentemente la frase pretende avisar del peligro que supone la banda terrorista, pero tiene también una segunda lectura parecida a la que hago de la última campaña de sensibilización contra los incendios forestales de la Generalitat de Catalunya: la mejor manera de acabar con un incendio es no dejar que empiece.

Y es que por una vez voy a romper una lanza en favor de la clase política. Quiero poner de manifiesto lo desagradecido que es hacer las cosas bien desde el punto de vista de quienes tienen responsabilidades públicas.

Si se produce un incendio y se despliegan cientos de medios y se extingue con más o menos celeridad, el gobierno lo ha hecho muy bien, al igual que si se produce un atentado y a los cuatro días se detiene a sus autores. Si no hay atentados ni incendios, ¿qué hacen los ministerios y conselleries de interior?

Tenemos una cultura mucho más preparada para valorar las políticas reactivas, aunque sean improvisadas, que las proactivas, que siempre tienen que ser planificadas y consecuentes. Teniendo en cuenta que siempre requiere más esfuerzo, constancia y previsión la prevención que la cura, estamos continuamente reforzando que nuestra clase política deje aflorar los problemas para luego sacar conejos de la chistera.

Alguien dijo algún día que los pueblos tienen el gobierno que se merecen. Tal vez tuviese razón y nuestro problema sea que hemos enseñado a quienes se dedican a la política que es más rentable curar que prevenir, pero quizá nunca sea tarde para aprender de nuestros errores.

domingo, 1 de agosto de 2010

¿Sería justo que existiese la justicia?


Por algún extraño motivo que nunca he llegado a entender, la gente tenemos la tendencia a pensar que la vida en general debe responder de alguna manera a criterios de justicia. Es como si de veras creyésemos que el mundo se rige por algún tipo de normas más allá de las físicas y que la suerte existe y además se reparte de manera racional.

Cuando uno empieza a tener una edad comprende perfectamente que eso de la justicia es un invento humano y además el concepto de lo que es o no justo varía de unos tiempos y culturas a otros o incluso del punto de vista des del que se analice.

Uno de aquellos momentos en que siempre me hace gracia que alguien haga referencia a la justicia es cuando se refiere al deporte. Tal o cual equipo ganó el encuentro justamente o bien fue injusto que cayese derrotado.

El deporte es, ni más ni menos, que un reflejo en muchas cosas de la vida en general. Lo es porque requiere esfuerzo y porque quienes saben sobreponerse a las desdichas tienen más posibilidades de éxito que quienes se hunden a las primeras de cambio. Y lo es también porque la justicia no existe.

En unas de las disciplinas en las que dicha afirmación queda evidenciada es en las pruebas individuales de atletismo y especialmente en las que, como la maratón o la marcha, todo se juega en una sola serie. Cuando, como pasó este europeo de Barcelona, una marchista pierde toda opción de victoria después de años de esfuerzo y de demostrar sus capacidades por una inoportuna sobrecarga muscular durante la prueba, eso no es justo. Como no lo es quedar fuera de la mejora por un centímetro en el lanzamiento de martillo, por ejemplo.

La justicia no existe. Es una entelequia que usamos para instrumentalizar muchas veces la venganza y así tener nuestro momento de satisfacción después de una desdicha, pero la justicia no existe. De todas maneras su ausencia también da oportunidades a quienes, de otra manera, nunca la hubiesen tenido. Tal vez no sea justo que la justicia no exista, pero quizá resulte más apasionante así la vida.
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