sábado, 13 de marzo de 2010

Colgando de un hilo


En once días se cumplirán 105 años de la muerte de Julio Verne, el escritor de ciencia ficción que superó el ámbito de la literatura para convertirse en un auténtico visionario. Seguramente, si en sus últimos días alguien le hubiese preguntado cómo sería la vida en 2010, a pesar de su capacidad para futurizar, se habría quedado muy corto en sus pronósticos.

El progreso nos rodea. Mucho más cerca que los grandes descubrimientos científicos, avances médicos y viajes a la luna, tenemos ejemplos de progreso inimaginables hace un siglo. Guardar comida en un congelador que recalentamos en un microondas, mantener calentita la casa con un suelo radiante, comunicarnos por internet (e incluso leer opiniones discutibles) o ver nuestra maravillosa recién estrenada TDT, parecerían pura brujería cien años atrás.

Sin embargo, la seguridad y autonomía que parece habernos conferido ese progreso doméstico es débil. Buena parte de Catalunya ha descubierto esta semana que, una simple nevada (extraordinaria o no, pero nevada a fin de cuentas) puede convertir nuestro sueño de bienestar inalterable en una pesadilla. La confianza ciega en nuestros medios nos ha convertido en presas vulnerables al habernos desprendido de cualquier forma de energía alternativa a la electricidad.

Si Julio Verne se hubiese despertado esta semana en la Selva, el Maresme o l'Empordà, no entendería cómo la gente es incapaz de iluminarse, calentarse, cocinar o lavarse con agua caliente simplemente por antojo de un cable caído. Y es que, creo yo, no deja de ser paradójico que todo el progreso de un siglo esté simplemente colgando de un hilo.

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