sábado, 20 de marzo de 2010

Política latina


Alguien dijo algún día que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Yo añadiría que no sólo el gobierno, sinó toda la clase política. No creo que sea de extrañar que una sociedad que vive constantemente bordeando la legalidad (por no decir saltándosela) en las cosas más cotidianas, acabe eligiendo una representación política que haga lo mismo.

Supongo que forma parte de nuestro carácter latino que, cuando vemos un límite de velocidad en una carretera, nuestra preocupación sea saber hasta qué velocidad puedo llegar sin que el radar detecte la diferencia o sin que se nos pueda sancionar. También debe ser cultural aquella pregunta tan extendida en nuestro estado de "¿con IVA o sin IVA?. Estoy convencido de que esas cosas, en países más nórdicos son menos frecuentes.

Así, no es de extrañar que pasen cosas estilo Gürtel, Roldán o Munar. La clase política no es más que una representación de lo que tenemos en nuestra sociedad y su calaña responde a la nuestra. Pero aún hay algo más y tal vez más grave. Nuestro sabio refranero recoge una característica también muy extendida en nuestra cultura que es la de acordarnos de Santa Bárbara sólo cuando truena.

Nadie reconocerá la buena gestión política si no hay paro, ni valorará el trabajo de un ministerio de interior si ETA no atenta, ni de un ministerio de sanidad si no hay gripes A. Sólo cuando se produce un problema, una crisis, valoramos a nuestros gobiernos por la gestión realizada (para bien o para mal). Y eso, entre la profesión de la política, se sabe bien. No encontraréis políticos ni políticas que trabajen por anticiparse a un problema porque sale más rentable dejar que aparezca o incluso que se agrave para poder crear una comisión que saque unas conclusiones y acabar dando una solución mágica a una cuestión que traía de cabeza a todo el mundo.

¿Podemos culpar de eso a nuestra clase política o debemos achacarlo a nuestra cultura? Si es lo primero es feo, pero si es lo segundo es preocupante porque difícilmente cambiaremos la cultura y la única solución sería cambiar el sistema. Tal vez por eso, cada día me planteo más seriamente si la tecnocracia sería tan mala.

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