viernes, 5 de marzo de 2010

De cuernos y clítoris


Entiendo perfectamente que los diputados del Parlament de Catalunya se hayan sentido ofendidos cuando un filósofo ha comparado las corridas de toros con la ablación del clítoris. Lo comprendo porque, evidentemente, mientras las primeras son actos de tortura y ejecución de animales de segundo orden, las segundas son mutilaciones al gran grupo de los animales de primer orden entre los que se encuentran los seres humanos.

Y es que hace sólo dos años que el mismo parlamento aprovó un decreto legislativo que dejaba muy claro que cualquier animal debía ser tratado prácticamente como un ser humano, prohibiendo su exhibición y su comercio excepto en una condiciones muy concretas y, sobretodo, cualquier forma de maltrato que les pudiese provocar un daño físico o psicológico. A cualquier animal menos a los toros, que deben formar parte de ese segundo orden que menciono, al menos cuando son colocados en una corrida o en otra de las llamadas fiestas con bueyes en zonas tradicionales, que son excepción en todas esas prohibiciones legales.

pero ¿porqué son excepción? Eso debe ser más o menos lo que estos días se discute en el Parlament y, de momento, las explicaciones que he oído no acaban de convencerme. Se dice que es que son fiestas muy arraigadas culturalmente, pero también lo era apalear perros. Se dice que es que las plazas se llenan de gente, pero también se llenaba la plaza de la iglesia de Solsona para ver colgar al burro. Se dice que es que se perderían puestos de trabajo, pero también se pierden al prohibir las peleas de perros o de gallos. Y se dice que es que es arte, pero también lo es el cine y se prohibe que exhiban el maltrato animal en él.

Al final parece que la gran ofensa por la comparación, que podría entenderse como una gran defensa a los derechos del género femenino, se va a haber convertido en una cuestión machista. Va a resultar que lo que en realidad ofende a algunos diputados es que comparemos a una persona con un animal cornudo.

4 comentarios:

Mariano Puerta Len dijo...

No me cansaré de repetir que la mayoría de defensores de los animales sufren el efecto Walt Disney. Crecer viendo animales hablando, tomando el té y decorando sus madrigueras tiene que afectar a la visión de la realidad. Las leyes de protección de animales llegan a prohibir su humillación, si esto no es antopocentrismo, venga Dios y lo vea.

Ramón Martín Cabeza dijo...

No te voy a discutir ese argumento, aunque posiblemente lo veamos diferente. Lo que sí creo que es evidente es la incoherencia de que a un perro no se le pueda ni mirar mal y a un toro se le pueda banderillear, picar, marear y matar vilmente de una puñalada trapera.

Mariano Puerta Len dijo...

Es que, a lo mejor, lo absurdo es la ley de protección. Cada semana mueren cocidos vivos miles de gambas, langostinos y langostas; y bien ricos que están. Hace unos meses, aplicando la ley, se prohibió una obra de teatro en Barcelona porque en una escena se cocía una langosta.

Ramón Martín Cabeza dijo...

Seguiré sin discutirte la conveniencia o no de la ley, porque eso responde a algo tan poco racional como las sensibilidades. Lo que mantengo es que, en todo caso, la ley es incoherente al marginar a los toros incluso más que a las langostas, por lo que dices. No es normal que no se pueda hacer una obra de teatro por no cocer una langosta en público y que, en cambio, se pueda juguetear hasta la muerte con un toro, ¿no?

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