jueves, 17 de noviembre de 2011

Al fondo a la izquierda

Siempre he sido del parecer de que unas elecciones nunca las gana o las pierde un partido político. Es la ciudadanía consultada y que después será gobernada por la mayoría electa quien podrá valorar en el futuro si ganó o perdió con la elección.

Muy posiblemente, a fecha de hoy haya mucha gente que creyó ganar y que ahora piense que perdió en su día al votar socialista. Quienes se reafirmen en su elección de hace menos de cuatro años seguramente opinen que no, que si en lugar de a ellos se hubiese elegido a "los otros", la cosa habría sido aún peor. Aunque claro, esa última hipótesis nunca la podremos comprobar porque no pasó.

Aún así, si las encuestas aciertan sí que podremos saber dentro de otros cuatro el resultado de votar de manera absolutamente mayoritaria al Partido Popular. Y lo sabremos, en buena parte, a causa de ese primer grupo al que me refería: el del socialismo desencantado.

La verdad es que no es extraño que exista ese tipo de personas. Gente que se siente ideológicamente de izquierdas pero sin extravagancias y que han visto que cuando la cosa se ha puesto cruda quienes consideraban "los suyos" han hecho una política de un corte neoliberal digna de "los otros". Así las cosas, deben pensar, si hay que hacer políticas de derechas, que las haga la derecha.

Y todo ese pensamiento viene, una vez más, inducido por el error de pensar que sólo hay dos opciones al que nos empuja (y me encantaría pensar que involuntariamente, pero no) el sistema . Que si con la supuesta izquierda hemos tocado fondo, la salida es la derecha porque no existen más que "los unos" y "los otros".

Pues yo me planteo si no puede ser que si cuando las cosas se tuercen la nave se escora a la derecha, en lugar de girar más el timón en ese sentido no tendríamos que intentar enderezar el rumbo apretando hacia la izquierda, no vaya a ser que se escore tanto que al final se hunda.

Vaya, que me planteo que si aquellas personas que piensan votar PP porque el PSOE falló no deberían en realidad votar ICV, Equo o IU. A malas, si éstos se ven forzados a centrarse igual hagan lo que el socialismo desencantado esperaba que hiciese su partido. Porque, por si alguien lo ignora aún, a parte de "los unos" y "los otros" existen "los de más allá" e incluso "los de la otra punta".

Y si alguien a estas alturas aún cree que votar PP puede servir para contentar a quienes de verdad parece ser que mandan, es decir, a los mercados, que miren hacia Grecia o hacia Italia. Los mercados son monstruos insaciables que no responden a ningún amo más que a su propia codicia. Contentarlos es imposible, combatirlos no lo hemos probado y quizá funcione.

Total, que lamentablemente no parece que hayamos tocado fondo aún pero que deberíamos estar seguros de que en esto de la crisis no nos equivocamos de salida y que yo propongo humildemente salir del fondo por la izquierda ni que sea porque, al fondo a la derecha, ya sabemos lo que hay.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Del Barça o del Madrid?

Aunque parezca mentira, la Liga de Fútbol Profesional, la BBVA, la juegan 20 equipos. Aún así, cuando alguien en este país quiere saber con cuál de ellos simpatizas, te pregunta si eres del Barça o del Madrid, como si las otras dieciocho opciones no existiesen.

Entre las causas de esa creencia se podrían considerar múltiples factores pero, sin duda, uno nada despreciable es el trato que las televisiones prestan a cada equipo. Aunque no he hecho nunca una estadística ni soy tan aficionado al tema futbolístico como para conocer la programación de cada canal relacionada con éste, estoy convencido de que la suma de minutos televisivos dedicados a Barça  y Madrid multiplica unas cuantas veces los que se dedican al resto de equipos juntos.

La justificación, a veces, resulta obvia. Barça y Madrid tienen más afición detrás que el resto de equipos juntos. Pero ese dato, por más real que pueda resultar, no justifica el trato televisivo, especialmente en lo que a las cadenas públicas se refiere. Aunque pueda parecer extraño yo conozco, al menos, a un seguidor del Athletic de Bilbao, a tres del Español y a uno del Sevilla (desde aquí un beso a mi tío Juanjo) que tienen el mismo derecho a ver y saber de su equipo que los culés y los merengues.

Pero es más. Yo que soy más o menos crítico con esto de las televisiones públicas, sólo les vería una razón de ser, precisamente, si apostasen por la pluralidad. Si en lugar de basarse exclusivamente en criterios comerciales, lo hiciesen en pro del derecho a la información y a la diversidad de opiniones en este país (o estado o como cada cuál quiera denominarle). Si defendiesen esa pluralidad sería razonable que dedicasen más tiempo a esos otros equipos a los que nunca las cadenas privadas dedicarán el suyo.

Claro que, si eso fuese así, si las opiniones de Bielsa se oyesen tan a menudo como las de Guardiola, tal vez alguien descubriría que el fútbol se había inventado antes de que naciese el azulgrana. Si nos enseñasen tantas veces a Adrián González como a Cristiano Ronaldo, igual resultaría que a las señoras les acababa gustando más el del Rácing. Y si eso pasase, igual algún día alguno de esos equipillos correría el riesgo de tener tanta o más afición que los dos grandes y quien sabe si entonces éstos podrían llegar a tener los mismos recursos y, en consecuencia, igual esa especie de liga particular de dos dejaría de existir.

Quien haya llegado hasta aquí se habrá dado cuenta ya de dos cosas: de que no entiendo mucho de fútbol y de que si el objetivo de este post era decir eso, me lo podría haber ahorrado. Lo que pasa es que, en realidad, yo quería hablar del debate político previsto para esta noche.

Por si alguien no se ha enterado aún, en España no hay elecciones presidenciales, sino legislativas. El 20 N no elegimos a quien presidirá el gobierno, sino a quienes constituirán las cortes. Serán esas personas las que decidirán quien gobierne. Así las cosas, las opciones van mucho más allá de Rubalcaba y Rajoy, por más que nuestra maravillosa televisión pública nos quiera hacer creer que no es así.

Nuestra querida profesión periodística se queja reiteradamente de que no sé qué ley les obliga a distribuir la horas dedicadas a la información electoral en función de la representación obtenida en los comicios anteriores y después una de sus academias profesionales monta debates exclusivos de hora y media en prime time con tan sólo los dos con más escaños.

A mí no me gusta mezclar el deporte con la política pero, en este aspecto, ambos dan el mismo asco. Quizá parte del problema sea que en política (como en baloncesto) yo no soy ni del Barça ni del Madrid y por eso quisiera que todo el mundo tuviese el derecho de, por lo menos, conocer todas las opciones que tiene para poder elegir realmente en libertad. 

jueves, 3 de noviembre de 2011

A mí que no me pregunten

La que ha liado el tal Papandreu con su idea de convocar un referéndum para preguntar a su ciudadanía no sé qué sobre el plan de rescate europeo a Grecia. Estoy segurísimo de que mucha gente defenderá que precisamente eso es lo que tendrían que hacer con más frecuencia quienes gobiernan y, de hecho, a eso se deben referir todas esas personas indignadas que piden una democracia real. Yo, sinceramente, discrepo.

La verdad es que, si yo fuese griego y teniendo en cuenta que no se sabe exactamente que es lo que se va a preguntar, no tendría ni idea de qué responder. La situación en Grecia es tan delicada que entre quienes se supone que entienden existen discrepancias, así que pretender que yo participe de una decisión de la cual no puedo tener conocimiento suficiente lo considero una irresponsabilidad.

Ese es mi punto de vista, es decir, el de una persona con una inteligencia media, una formación universitaria (aunque de poco prestigio) y un cierto interés por las cuestiones políticas y económicas. Debo ser, más o menos, un ciudadano de la media. Por lo tanto en un referéndum participaría gente mucho más capacitada que yo para dar una respuesta informada a la pregunta. Sin embargo, también tendría derecho a participar el 50% de población incapaz de dar una respuesta mínimamente razonada al asunto y que lo haría en función del tiempo climático del día de la votación, de la simpatía hacia quienes defiendan una u otra opción o por llevarle la contraria al vecino del quinto.

Así las cosas, creo que pasar un asunto así a sufragio popular es algo así como escurrir el bulto a la hora de tomar la decisión más delicada que debe haber tomado alguien en la historia reciente de Grecia. Pasase lo que pasase después, la culpa sería del pueblo. Y todo eso, contando con que no se hiciese trampa en la pregunta, que es lo más probable.

Nuestra representación en cortes y gobiernos nos puede gustar más o menos. Para eso podemos expresarnos en cada comicio e, incluso, concurrir a ellos. En todo caso esas son las personas que ostentan una responsabilidad ineludible por la que cobran y para cuyo desempeño se rodean de gente que debería ser conocedora de los temas que les conciernen.

Queda mucho por avanzar en cuanto a las consecuencias que deberían tener para quienes nos mandan las decisiones erróneas y, en su caso, las malintencionadas; pero pretender que quienes nos representan (aunque haya quien no lo sienta así) nos consulten cada decisión no es sólo una cuestión utópica, sino también una irresponsabilidad en la práctica.

Yo ya voté a quien creí oportuno. Ahora quien ganó que decida y que lo haga bien (que no necesariamente a mi gusto). Yo ya les criticaré, que siempre resulta higiénico pero a mí que no me pregunten porque no sé ni tengo porqué.
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