lunes, 8 de marzo de 2010

¡Felicidades, mujer!


Los caprichos de la genética me hicieron moreno, mientras que a Brad Pitt creo que lo hicieron rubio. No por ello yo me considero diferente a él en lo más mínimo. De la misma manera, mientras que tanto en Brad como en mí la genética decidió que tuviésemos un par de testículos entre las piernas, consideró que sería mejor que Angelina Jolie tuviese dos ovarios en su pelvis y el pelo moreno. Visto así tengo lo mismo que ver con Angelina que con Brad y, por tanto, si tuviésemos que considerar diferente a alguien de los tres, tendríamos un problema. Conclusión: los tres somos iguales.

Pues bien, este silogismo tan sencillo parece ser que aún hay quien no lo tiene claro y considera que, dependiendo de dónde nos pendan dos bultos, nuestros roles o incluso nuestras capacidades deben ser diferentes. De ahí que sea preciso que alguien se postule en favor de lo que, debiendo ser natural y obvio, no lo es tanto: la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.

Se supone que por ello el día 8 de marzo se ha instaurado como el día intenacional de la mujer, hecho que yo considero un error monumental en la lucha feminista. Intentaré explicarme sin generar más suspicacias entre las defensoras de la lucha lila de las que pueda generar por el simple hecho de mi masculinidad.

Yo también me apunto a reclamar la igualdad pero, por eso mismo, en todo caso deberíamos celebrar el día de las personas o el día de la igualdad de oportunidades, pero nunca el día de la mujer, porque el simple hecho de celebrar el día de la mujer es, desde mi punto de vista, remarcar la existencia de las diferencias que no queremos que existan.

La igualdad no es sólo una cuestión de las mujeres. Ese enfoque ha sido el que las ha llevado a ganar terreno en lo laboral sin haber conseguido aún que la otra mitad de humanidad se implique en lo familiar (fue mi argumento en el primer capítulo de esta trilogía). Intentando liberarse por esa vía, la mujer está echándose un yugo aún más grueso al cuello.

Los hombres, aunque menos, también hemos perdido con esto del patriarcado. Seguramente no somos conscientes de ello o no queramos reconocerlo, pero lo he entendido en gran parte cuando he visto a mi padre hacer de abuelo y he pensado en lo que se perdió como padre. Y la sociedad, sobretodo la sociedad, ha perdido muchísimo al no poder aceptar lo que la mitad de ella podía aportarle. Estas afirmaciones, más o menos controvertidas, deberíamos repetírselas a todos los hombres una y otra vez porque, sólo si se alcanza su convencimiento, cederán parte del poder que les atribuye el patriarcado y la igualdad será posible.

Aún así, si alguna mujer decide seguir la lucha por la vía de un ajado feminismo revanchista que clame a la revolución contra el poder del hombre, si sigue creyendo que conmemorar la muerte de cientos de mujeres incineradas en una fábrica textil las hará más fuertes en su lucha, si sigue pensando que esa lucha es suya y no mía, si es así, que acepte mi felicitación en un día tan señalado para ella.

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