viernes, 18 de diciembre de 2015

Carta abierta al Sr. Gabriel Rufián, candidato a diputado por ERC

Distinguido Sr. Rufián,

He considerado oportuno dirigirle estas líneas después de presenciar su intervención ayer en el debate electoral de la televisión pública catalana porque acabé con la impresión de que o usted o yo tenemos un malentendido que creo que vale la pena resolver.

Lo digo básicamente porque, si no estoy mal informado, usted es candidato para las próximas elecciones al Congreso de los Diputados por ERC. Creo saber que las elecciones autonómicas (plebiscitarias o no, como usted considere) se celebraron el pasado 27 de septiembre y que, por ende, su campaña tuvo lugar con anterioridad a esa fecha.

Si las afirmaciones contenidas en el párrafo anterior son correctas, no acabo de entender a qué se refiere en algunas de las aseveraciones que repite sistemáticamente. La primera de ellas es cuando dice que a "ustedes" ("nosotros" en sus palabras) los avalan dos millones de votos. Hasta donde yo conozco esa es la cifra aproximada de personas que apoyaron a las listas que defendían la secesión de Catalunya pero, si es a esas a las que se refiere, no entiendo que pueda considerarlas en exclusiva mérito del partido por el cual pretende adquirir un escaño en el congreso.

De esos dos millones de votos, una parte nada despreciable corresponden a la CUP, formación que no concurre a los presentes comicios y que incluso alguno de sus componentes relevantes ya ha manifestado que su voto  no iría a parar a ERC.

El resto tampoco creo que pueda apoderárselos tan gratuitamente, puesto que el partido al que usted representa se presentó a las autonómicas (plebiscitarias o no, como usted considere)  en coalición con otra fuerza que en esta ocasión ha buscado otras alianzas. De hecho en esa coalición también participaban, no sé si formal o informalmente, asociaciones civiles que muy posiblemente también tuvieron repercusión en los resultados (me refiero a ANC y Òmnium Cultural, como mínimo) y que no creo que hayan manifestado el apoyo concreto para su partido.

Así las cosas, Sr. Rufián, a falta de poder discernir cuál fue la verdadera intención de voto de cada persona y siendo muy optimista  hacia su formación, dudo que sea justo que se apunte más de la mitad del voto independentista, es decir, considerar que a usted lo avalan más allá de un millón de votos.

Por otro lado no entiendo su motivación para presentarse en estas elecciones. Usted apunta la inutilidad de intentar negociar nada con el estado español (creo que en otra clara confusión entre un estado y un partido que ha ostentado una mayoría absoluta en la última legislatura, pero eso ya es un juicio de valor) y que el camino para mejorar la situación en Catalunya es la declaración de independencia.

Dicha declaración de independencia, pues, no creo que deba realizarse en el Congreso de los Diputados. Si no hay negociación posible, tal vez deberían realizarla desde el "Palau de la Generalitat" y, por lo tanto, no entiendo la utilidad de dedicar tiempo y recursos a unos comicios que ni les van ni les vienen cuando ni tan sólo se ha conseguido la estabilidad política necesaria en Catalunya. Otras fuerzas, de las cuales usted parece capitalizar los votos, han sido bastante más coherentes en ese aspecto.

Lo último que quisiera compartir con usted ya entra en otro ámbito, el de la reflexión. Cada vez que usted apela al álgebra para defender que un 48% es más que un 39% creo que olvida que la sociedad no responde a ecuaciones matemáticas.

No voy a discutirle esos votos a los que usted denomina del sí/no, a pesar de que dos días antes de las elecciones autonómicas (plebiscitarias o no, como usted considere) tanto el líder de la coalición con la que usted simpatizó como el del partido por el que usted se presenta a estos comicios afirmaban cosas como que cualquier cosa que no fuese votarlos a ellos era votar en contra de la independencia o que votar a CSQP era como votar al PP. Sólo quiero hacerle una reflexión sobre el hipotético día siguiente.

Me refiero al día después de la posible declaración de independencia no pactada que usted considera única vía posible para mejorar la vida de la ciudadanía de Catalunya. Ese día habrá, según sus números, un 39% de descontentos y un 13% de escépticos, indecisos o espectantes, como prefiera, y se me ocurren dos posibles escenarios a medio plazo:

El primero es que sus augurios se confirmen y a los pocos meses tengamos esa idílica república catalana que usted defiende y que a veces parece que pueda adquirir como himno la canción del Kumbayá. En ese caso, dudo que nadie se queje y que, incluso, de forma explícita o no, buena parte del 52% de no votantes de la opción separatista cambie de bando.

Pero hay un segundo que considero que no es descabellado y consiste en que, al menos al corto y medio plazo, las cosas no salgan tan bien. Que las cuentas no cuadren como esperan cuando tengan que pagar la factura del ejército (propio o alquilado), de la agencia tributaria, de la seguridad social, del control aduanero, de la expedición de documentos, de la diplomacia, ... o que ante la presión de un estado español que no haya visto con buenos ojos la secesión catalana, esa república no sea reconocida por la mayoría de potencias y eso comporte problemas diplomáticos y comerciales que agraven la nada halagüeña situación actual.

En este segundo escenario, Sr. Rufián, es más que probable que los explícitamente partidarios del no se sientan legítimamente engañados y consideren que se les ha impuesto una situación que no beneficia a la ciudadanía de Catalunya más allá de algunos sentimientos patrios. Y los del sí/no, estoy convencido que ante dicha coyuntura se definirían rápidamente hacia la segunda opción. Incluso aquellos del sí que no provienen de un sentimiento patrio sino del pragmatismo, puede que cambien de opción. Todo ello creo que nos llevaría a una inestabilidad social de muy mal pronóstico y que estoy convencido que usted tampoco desea.

Sr. Rufián, estoy convencido de que sus compromisos de campaña no le permitirán leer este escrito, pero si encuentra un rato durante la jornada de reflexión me atrevo a invitarle a que, sin pretender en absoluto que cambie de objetivo, se plantee un ejercicio de coherencia con su condición de candidato a diputado y de bondad hacia sus conciudadanos y, en el más que probable caso de que sea elegido, se dirija usted a Madrid con la mejor de las actitudes de negociación con el resto de los que se conviertan en sus colegas. La política, Sr. Rufián, es eso, capacidad de negociar y llegar a acuerdos. Pretender imponer cosas amparándose en mayorías parlamentarias que no emanan de una mayoría de votos es más propio de otros a los que usted critica amargamente.

Muy cordialmente,

Ramón Martín Cabeza
Un elector más.




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