viernes, 5 de marzo de 2021

Democracia en transición

Ayer una apisonadora aplastó una ingente cantidad de armas de grupos terroristas en un acto que, según la oposición, era propagandístico y pretendía blanquear las negociaciones del gobierno con Bildu y el acercamiento de presos de ETA a Euskadi.

Sinceramente, a mí el acto en sí me resultó bastante indiferente, pero la crítica me ha invitado a la reflexión y, para variar, me he acabado yendo por los cerros de Úbeda. Intentaré explicarme.

Hay una opinión generalizada de que, tras la muerte de Franco, España hizo una transición democrática que, idealizada hasta hace poco, en los últimos años está siendo denostada desde numerosos sectores que hablan de régimen del 78 y repiten el mantra del "atado y bien atado".

Entiendo, pues, que dichos sectores reducen la transición al proceso constituyente que finalizó en 1978. 

En oposición a éstos, los que siguen defendiendo las virtudes transicionales participaron de una gran fiesta el pasado 23 de febrero para conmemorar el fallido golpe de estado militar de hace 40 años. Éstos, posiblemente, consideran esa fecha como colofón de la transición objeto de este artículo, aduciendo que aquel día la sociedad española derrotó definitivamente al viejo régimen.

La discrepancia entre unos y otros responde sin duda a cuestiones ideológicas y a intereses políticos pero, desde mi punto de vista, todos estos posicionamientos tienen un sesgo por una errónea perspectiva temporal.

La transición democrática en España  no ha acabado y no lo hará hasta que asumamos de forma generalizada dos premisas:

1. Cualquier idea que no contradiga los derechos humanos es democráticamente defendible.

2. Ninguna idea es defendible fuera del ordenamiento jurídico democráticamente establecido.

Es mérito de la sociedad española en su conjunto y no patrimonio de ningún gobierno, partido ni organización el haber superado satisfactoriamente sucesivos capítulos en esta transición inacabada que aún estamos viviendo.

Renegar del pacto constitucional es una injusticia histórica que solamente se entiende desde la incapacidad de mucha gente para contextualizar las circunstancias en que se produjo. Pero la constitución no sirvió para evitar que hubiese personas dispuestas a defender sus ideas con las armas, fuesen las del ejército o las de las organizaciones terroristas.

Por todo ello, también son episodios meritorios el aborto de golpe de estado del 81 y la derrota de ETA en 2011. En ambos casos, la sociedad española venció a quienes querían legitimar la defensa ideológica a tiro de pistola, ya fuese en el techo del parlamento o en la nuca de sus opositores.

Pero 45 años y pico después de la muerte de Franco todavía hay quien piensa que se deben defender las ideas propias criminalizando las de los rivales o fabricando legalidades paralelas que atajen el camino hacia sus propios objetivos, aunque éstos no estén refrendados por la mayoría. Dicho de otro modo, hay quienes prefieren enfrentarse a organizaciones terroristas antes que a partidos políticos y quienes prefieren luchar contra dictaduras a negociar en las cortes.

Mientras nuestra representación parlamentaria denuncie la capacidad de negociar con quienes piensan diferente en lugar de congratularse por ello, mientras quienes nos representan decidan defender a quienes más gritan a cualquier precio por miedo al siguiente tweet en lugar de pensar en la sociedad en su conjunto y mientras quienes mandan prefieran alinearse con quienes incendian las calles a hacerlo con quienes tienen como misión velar por el orden público, estaremos remando en sentido contrario a la de quienes escribieron esos recientes capítulos de nuestra historia.

Aún así quiero ser optimista. Quiero pensar que estamos viviendo las tensiones inherentes a la compleja idiosincrasia de nuestra sociedad, entendiendo compleja como la virtud de la diversidad en oposición al pensamiento único que desearían quienes, confesamente o no, disienten de la democracia. Y me gustaría pensar que, una vez más, la sociedad española sabrá elegir hasta completar una transición democrática que nos está costando. 

La alternativa está escrita en los libros de historia.


domingo, 5 de abril de 2020

No le temamos al miedo

El miedo es, seguramente, el sentimiento más denostado en nuestro hemisferio y, sin embargo, ¿qué otro sentimiento es más útil que el miedo?

Llevamos décadas viviendo en una sociedad que se esfuerza por hacernos creer que nuestro entorno es seguro, pero la realidad es tozuda y, de vez en cuando, no demuestra que la incertidumbre existe, que somos incapaces de controlar todos los acontecimientos y que, de repente, la supuesta seguridad en la que convivimos puede desintegrarse.

Entonces, cuando ello pasa, tras tanto tiempo ocultando nuestros miedos, esforzándonos por no mostrar cobardía (pocos adjetivos son tan peyorativos como cobarde), somos incapaces de reconocer lo que sentimos e interpretamos el miedo como ira, como rencor y dirigimos nuestros pensamientos a buscar culpables o, en el mejor de los casos, a autoengañarnos y a creer que mañana despertaremos y la pesadilla habrá pasado.

La gente se arruina alegremente, comete los mayores de sus errores enamorada o muere de tristeza. En cambio, el miedo siempre ha servido para garantizar nuestra subsistencia como especie.

Ocultar o, peor aún, negar nuestros sentimientos, nunca nos lleva a nada bueno. Ignorarlos tampoco mejora las cosas, pero reconocerlos y modularlos para alcanzar el equilibrio adecuado nos permite gestionarlos adecuadamente y convertir lo intuitivo en racional para sacar el mejor partido de ellos.

Así pues, en estos días, invito a todo el mundo a que reconozca su miedo, lo filtre racionalmente, lo comparta en busca de ayuda en forma de apoyos y opiniones. Sólo así sacaremos provecho del miedo sin entrar en pánico y evitaremos reprocharnos lo irreprochable y sólo así, cuando nos empiecen a abrir el grifo, seremos capaces de ser precavidos e incluso, si conviene, obedientes.

martes, 21 de noviembre de 2017

Cruzando la riera

Odio ir a Ikea. Odio perder horas siguiendo el camino que me marcan y viendo muebles que se me antojan idénticos. Por eso, tengo un trato con la mujer con la que me casé hace 22 años (¡menuda perífrasis hay que hacer para no incluir un posesivo que suene a machista!) según el cual, mientras ella elige, yo me voy de paseo para luego encontrarnos en el autoservicio.

El viernes tocó ir y yo, a diferencia de otras veces, decidí aventurarme al otro lado de la riera que separa el polígono industrial de Sabadell con el municipio de Badía del Vallés para darme un paseo de lo más interesante.

Así que, ni corto ni perezoso, crucé un puente bajo la mirada altiva de dos grandes bloques de pisos. En plena guerra de banderas, sólo había dos balcones decorados con ellas, ambas españolas. Después de subir un corto tramo de escaleras giré en la calle Algarve. La monotonía arquitectónica denotaba el escaso interés por la estética en la planificación urbanística de los barrios obreros de los 60, cuando la urgencia por ubicar a la súbita inmigración priorizó la funcionalidad a la belleza.

El paseo siguió por la Calle Oporto. En ella, el cartel de la sede de una asociación me llamó la atención por la paradoja, sin duda buscada, que contenía. Era la asociación de parados activos. Un poco más allá giré por la calle de los infantes (en realidad "dels infants", así que supongo que era una referencia a la infancia y no a la dinastía monárquica).

Tras una glorieta empezaba la Avenida de Burgos. A la izquierda varios bajos comerciales perfectamente rotulados en catalán, al igual que las calles o los centros públicos. A la derecha el ayuntamiento. En él, un apancarta anunciaba que era posible parar los desahucios y conseguir alquiler social. Algo más allá, en la guardería, otra reclamaba una escuela pública de calidad, sin que le atribuyesen necesariamente una nacionalidad.

Seguí observando los balcones. Pocas banderas para las más de 11.000 viviendas. En total conté 18 (seguro que me dejé alguna). 15 eran españolas. 1 senyera hacía compañía a una de ellas y otra lucía en solitario. Una única estelada valiente se dejaba ver en todo el recorrido.

Tampoco observé ni un solo reclamo a repúblicas o votos afirmativos en referéndums. En su lugar, numerosos balcones lucían carteles idénticos en los que anunciaban que en Badía no querían amianto.

En el parque de Joan Oliver muchos niños. Algunos acompañados de hermanos mayores, otros de padres o abuelos. Me recordó mi infancia, cuando las experiencias se vivían en una realidad que para nada era virtual, como evidenciaban nuestras castigadas rodillas. Ello me llevó a observar la extraña ausencia de chavales utilizando dispositivos electrónicos y, seguramente en un pensamiento clasista, consideré que era posible que su poder adquisitivo les estuviese regalando entrañables experiencias al aire libre de las que ya se viven pocas en nuestro entorno.

Giré en la calle de la Mancha y, al llegar a la Avenida Vía de la Plata descubrí dos colegios, uno al lado del otro y ambos con nombres folclóricos: Muñeira y Las Seguidillas. Me llamó la atención que ninguno de ellos llevase el nombre de ningún ilustre catalán. Seguro que con el tiempo habrá alguno llamado Virginia Ramos y, si no es así, será porque no me hizo caso.

Fui parando atención a las conversaciones de las numerosas personas que me crucé por la calle. No me importaba el contenido, pero sí el idioma. No oí a nadie hablar en catalán. Ni tan sólo la patrulla de policía local, dos funcionarios que sin duda debieron acreditar su conocimiento del idioma, usaban dicha lengua entre ellos.

Se pueden sacar pocas conclusiones de mi breve visita pero, como yo soy muy dado a irme de la olla, sí que hice algunas reflexiones que quiero compartir con quien haya tenido la paciencia de llegar hasta aquí.

Creo que en Badía del Vallés no existe ningún conflicto identitario. No parece importar demasiado la cuestión patria y para nada la reivindicación independentista. En Badía hay otros problemas: les preocupa el amianto, el paro, los desahucios,  y la calidad de la educación pública, de la cual les importa un comino si es catalana o no.

Creo que la realidad de Badía no es muy diferente de tantos otros pueblos y sobretodo barrios de Catalunya, quizá no muy extensos pero sí muy densos, fácilmente distinguibles por la estructura arquitectónica de sus viviendas.

Creo que cuando quienes lideran el autodenominado "poble de Catalunya" creyeron contar con una mayoría social suficiente para proclamar una república independiente desconocían o, peor si fue el caso, ignoraron a todos esos barrios.

Creo que no sólo los olvidaron entonces, sino que lo vienen haciendo crónicamente y que, tal vez por ello, los problemas de Badía son los que son y no tienen tiempo para plantearse retos nacionalistas. Creo que, de hecho, a más de un gobernante le ha preocupado más ocuparse de la lengua en que se redactaban los rótulos que de saber qué preocupaba a quienes los leían.

Creo que, cuando algunos han empezado a asumir que les faltaba masa social es porque, quizá en una visita a Ikea, se han atrevido a cruzar esa riera que tanto ha costado cruzar siempre. Esa o la de cualquier otro barrio similar, porque siempre están separados por una riera, una carretera, una vía, algo que les aleja, quizá no sólo físicamente, de los barrios donde vive el "poble de Catalunya".

Creo que pueblo, cuando se refiere a personas, no debería tener plural ni apellido y que, en todo caso, nadie debería erigirse en líder de ningún pueblo sin haberse atrevido antes a cruzar todas las rieras y perocuparse del amianto, el paro,  los desahucios y la calidad de la escuela pública que, perennemente preocupa al otro lado.

martes, 3 de octubre de 2017

¿De qué tiene miedo, Sr. Sánchez?

Perdóneme, Sr. Pedro Sánchez, pero no le entiendo. No comprendo cómo puede constatar la ineptitud de Rajoy para gobernar y, acto seguido, pedirle que lo haga. No sólo eso, reunirse con él para hacerse cómplice.

No entiendo porqué tiene miedo de coger la mano tendida por el Sr. Iglesias (al que no profieso especial simpatía) para tomar las riendas de un estado que ya ha entrado en guerra en Catalunya.

¿Le escuece el Orgullo porque Podemos no le invistió presidente? ¿el mismo orgullo que impide a Rajoy hablar con Puigdemont y a la inversa? Debe ser el mismo que le llevó a enfrentarse a Díaz pero, si fue para esto, se lo podría haber tragado antes y, al menos, habríamos sabido todos de qué iba el cuento.

¿Teme que el nacionalismo catalán le gane la partida al suyo, al español? ¿Aún no se ha dado cuenta que ya lo está haciendo? ¿Le falta tanta inteligencia como para no comprender que a golpe de porra,a parte de cualquier consideración moral o democrática, los nacionalismos se alimentan y no se destruyen?

¡Ah! ¡No! Usted ha dicho condenar los porrazos e incluso tener alternativa. ¿Le falta valor para liderarla? ¿Hasta ahí llega su sentido de estado y su responsabilidad? ¿De verdad espera presidir el gobierno de España algún día? ¿De qué España? ¿De la que se está haciendo añicos inexorablemente? Si aún no ha sido capaz de recoser su partido ¿Cree que podrá hacerlo con todo el estado?

¿Qué pasa? ¿Hace cuentas electorales? Entonces, a parte de demostrar ser uno más en la mediocridad de nuestra clase política, ¿Quien espera que le vote en el futuro? ¿Los que están de acuerdo en enviar a la guardia civil dónde los políticos no llegan? Esos ya tienen al PP. ¿Los que confunden al PP con España? Para esos usted ya es el PP. ¿Los que aún creemos que alguien puede poner sentido común a este despropósito? Si espera que seamos esos, gáneselo dando un paso al frente. ¿No vé la oportunidad de resucitar el cadáver político de su partido si se convierte en el mediador que nos salve de esta catástrofe?

En Catalunya ya no hay un conflicto, Sr. Sánchez. En Catalunya hay una guerra. Los líderes actuales nos han llevado a ella y usted tiene en sus manos si no la paz (difícil por el momento), sí el armisticio que nos permita negociarla. Las víctimas que caigan por el camino tal vez no serán suyas, pero recaeran también sobre su conciencia.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Yo restaría 63 artículos

Advertencias:

Esta entrada es larga, pero su lectura incompleta puede llevar a conclusiones precipitadas. 

Está redactada desde la equidistancia expresada en la entrada en la entrada anterior de este mismo blog, por lo que puede herir la susceptibilidad de personas con un gran sentimiento nacionalista, especialmente si no se hace una lectura completa.

Para evitar el efecto expresado en el párrafo anterior he intentado no hacer uso de adjetivos e, incluso, hacer referencia, excepto en casos (casi) imprescindible a instituciones y no a partidos y, mucho menos a personas.

Introducción:

En Catalunya hay un conflicto (por si alguien lo dudaba). Análisis de motivos y reproches abundan por doquier, pero hasta ahora sólo han ayudado a agravar el conflicto. 

Propuestas de solución abstractas también hay alguna, pero el estado de ánimo de ciudadanía y gobernantes es de tal excitación que no se revierte con abstracciones. 

Por eso, me voy a atrever a proponer (desde mi humilde condición de ciudadano raso y sin ninguna esperanza de éxito) una solución (o al menos el camino hacia ella) concreta y alternativa a DUIs y artículos 155 de la constitución.

Hechos (casi) probados:

1. Tras años de reivindicaciones multitudinarias en Catalunya parece que, cuestiones ideológicas a parte, hay un punto en el que la gran mayoría de su población está de acuerdo: quieren que se les consulte respecto a su posible independencia.

2. El gobierno español, cuestiones ideológicas a parte, alega motivos legales para negar la consulta. El más importante: que la soberanía de España reside en el "pueblo español" y no en una parte de él. 

3. Ante esta disyuntiva, el gobierno de Catalunya decidió impulsar una consulta unilateral y vinculante que disgustó a su oposición, que criticó la decisión porque consideraban que cualquier consulta debía ser pactada con el gobierno español y con plenas garantías democráticas. 

4. El gobierno español y el resto de las instituciones (parlamento a parte) han hecho (casi) todos los movimientos posibles para impedir el referéndum, lo que imposibilitará que el 2 de octubre se conozca cuál es la opinión de la ciudadanía de Catalunya, pero mantendrá la confrontación y aumentará la crispación.

Premisas para una alternativa:

Así las cosas, técnicamente sólo es imaginable una alternativa a lo ya bautizado como choque de trenes si se cumplen las premisas siguientes:

1. Que se consulte a la población de Catalunya.

2. Que la consulta sea pactada y con garantías democráticas.

3. Que la consulta no cuestione la soberanía de la totalidad de la ciudadanía española.

4. Que el resultado no se pudiese interpretar como una victoria aplastante de ninguna de las partes en litigio sobre la otra para que ambas pudiesen aceptarla y presentarla a sus partidarios.

La alternativa propuesta:

En lugar de remitirnos a todos los artículos que los últimos días se han referido alrededor del conflicto en Catalunya (especialmente el 155), el presidente del gobierno español debería, tras negociarlo con las fuerzas catalanas, hacer uso del artículo 92 y someter a referéndum consultivo de toda la ciudadanía española la posible independencia de Catalunya.

Validación de la alternativa a las premisas previas:

1. Se habrá consultado a la población catalana y al día siguiente del referéndum se conocerá qué porcentaje de su ciudadanía la desea y cuál no.

2. La consulta habría sido negociada con el gobierno catalán.

3. No cuestionaría la soberanía de la ciudadanía española, puesto que toda ella habría participado y porque, tal como exige la constitución, el referéndum sería consultivo.

4. Ninguna de las partes podría atribuirse una victoria aplastante: los partidos que gobiernan en Catalunya habrían conseguido una consulta (votarem!) y además cumpliendo todas las garantías que pide su oposición y el que gobierna en España habría evitado el referéndum unilateral que se había comprometido a evitar (El 1 de octubre no habrá referéndum) y además con unas formas perfectamente democráticas que nadie podría cuestionar.

FAQ sobre la alternativa:

1. ¿Qué soluciona esa consulta?

No todo, pero es el camino a muchas cosas:

Por un lado, relaja los ánimos y esquiva un enfrentamiento inminente. 

Por otro lado permitiría conocer cuál es la situación de verdad, sin conjeturas, suposiciones o mayorías silenciosas en Catalunya.

Al día siguiente del referéndum no se habría solucionado nada y habría que hacer lo que se nos ha olvidado hacer: política. Pero el resultado del referéndum habría clarificado mucho las cosas. Los que tuviesen que negociar sabrían con exactitud la correlación de fuerzas en Catalunya y fuera y podrían, en consecuencia, negociar sabiendo a lo que realmente se exponen.

2. ¿Y si el gobierno catalán no lo acepta?

Me cuesta imaginar dicho escenario en el contexto actual. De no hacerlo estaría rechazando una negociación a la que ha dicho estar dispuesto "hasta el último minuto", se arriesgaría a perder el apoyo de buena parte de la base social al mantener una apuesta de dudosa legalidad existiendo una alternativa e incluso podría perder el prestigio internacional que se pueda haber ganado con la actitud de defensa democrática que ha alegado hasta ahora para mantener su posición.

No obstante, si no lo hiciese, el gobierno español siempre podría recurrir a las estrategias actuales (volver a saltarse 63 artículos), esta vez pudiendo alegar realmente que ha sido el catalán el que se ha cerrado a la negociación.

3. ¿ Y si el gobierno español no quiere?

Demostraría poca visión política y de estado (aunque sé que hay a quien no les sorprendería). En todo caso, actualmente el PP no está en mayoría y las fuerzas de la oposición, en mayor o menor grado, se van decantando por una solución que pasaría, tarde o temprano, por una consulta.

Aquí debería mojarse esa oposición que no defendió en el parlamento la actitud del PP e, incluso, plantear una moción de censura. Seguramente nadie querría asumir en la situación actual la presidencia del gobierno... a no ser que tuviese una alternativa con probabilidades de éxito para ofrecer, y ésta lo es.

Podría ser una oportunidad para algún partido en horas bajas en cuanto a popularidad e intención de voto (léase PSOE) convertirse de la noche a la mañana en la fuerza que soluciona "la mayor crisis democrática en España desde 1978" (o algo así le llaman).

4. ¿Aceptarían en Catalunya un referéndum no vinculante?

Yo creo que depende de cómo lo vendan PdCat, ERC y, sobretodo, ANC y Òmnium. 

Que un referéndum no sea vinculante legalmente no le resta vinculación política. En todo caso, la opción de que al día siguiente de la consulta, según el resultado, el gobierno catalán decretase una independencia unilateral siempre existiría, pero esta vez con datos para acreditar realmente si es la "voluntat d'un poble".

Epílogo:

Esto es todo lo que se me ocurre. Seguramente desde la ignorancia y la ingenuidad pero, eso sí, desde el espíritu constructivo, algo de lo que parece que hace tiempo que andamos escasos por estos lares.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Más equidistante que nunca

Desde que empezó a gestarse el conflicto de nacionalismos en Catalunya mi posición ha sido la misma, aunque aún haya quien considere que, los que están donde yo, no se han posicionado. 

Al principio se hacía difícil explicar cuál era esa posición, pero un día leí a Jordi Évole  hablando de equidistancia y lo compré porqué me pareció un matiz bastante distinto a la neutralidad, que puede confundirse con la indiferencia.

Lo que sí que ha cambiado en este tiempo son las fuerzas que me impulsan a mi posición. Mientras que en un principio era la falta de atracción hacia cualquiera de los bandos en conflicto, ahora es la repulsión. Y esa fuerza es mayor.

La falta de atracción es fácilmente reversible. Un pequeño empujón, un movimiento inercial o el acercamiento de cualquiera de las masas podía aproximarme a ellas. 

La repulsión, en cambio, es una fuerza infranqueable que hace que sólo alguien que ejerza presión constante en sentido opuesto puede vencer temporalmente pero que, a la que desaparece la presión, vuelve a impulsarte en sentido opuesto.

No es que falten las presiones (por mi ubicación geográfica y las características de mi red social, mayoritariamente para acercarme hacia el nacionalismo catalán) pero por ahora sólo han servido para constatar la gran intensidad de la repulsión que me mantiene en el centro.

Me produce repulsión que unos inventasen opresiones donde no existían y que otros decidiesen responder oprimiéndolos.

Me producen repulsión los gobernantes que deciden hacer las cosas porque les da la gana y los que deciden que no se hacen porque no les da la gana.

Me produce repulsión que unos y otros digan que lo hacen por el bien de todos cuando saben que de esto no puede salir nada bueno.

Me produce repulsión que unos, como el entrañable Rufián, sólo se olviden de hacer chascarrillos fáciles en el congreso cuando los detenidos son "sus amigos" y que los otros detengan a la gente porque no son son sus amigos. Especialmente porque yo quiero como a amigos a gente posicionada en ambos nacionalismos aunque no sea amigo de ninguno de los dos.

Me produce repulsión que unos envíen a la población civil a la calle para que exijan lo que ellos no saben defender en las cortes y que los otros, en lugar de trasladar la discusión allí, respondan con la Guardia Civil.

Me produce repulsión que unos y otros conviertan todo aquello que debería ayudarnos a entendernos en armas arrojadizas (las cortes, los medios de comunicación públicos e incluso los idiomas).

Me produce repulsión que unos prometan lo imposible y que otros hagan imposible lo que la mayoría demanda.

Me produce repulsión, tristeza y vergüenza ajena que unos y otros estén haciendo añicos el más valioso y escaso en nuestra historia de los patrimonios que tenemos: la convivencia pacífica independientemente de las ideologías y las coyunturas económicas y geopolíticas.

Y sobretodo, me produce repulsión que unos y otros lo hagan exclusivamente por su orgullo e interés propio, olvidando que desde el momento en que accedieron al cargo que ostentan dejaron de deberse a él para hacerlo a una ciudadanía que no es ni monolítica ni monocromática.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Carta abierta al Sr. Gabriel Rufián, candidato a diputado por ERC

Distinguido Sr. Rufián,

He considerado oportuno dirigirle estas líneas después de presenciar su intervención ayer en el debate electoral de la televisión pública catalana porque acabé con la impresión de que o usted o yo tenemos un malentendido que creo que vale la pena resolver.

Lo digo básicamente porque, si no estoy mal informado, usted es candidato para las próximas elecciones al Congreso de los Diputados por ERC. Creo saber que las elecciones autonómicas (plebiscitarias o no, como usted considere) se celebraron el pasado 27 de septiembre y que, por ende, su campaña tuvo lugar con anterioridad a esa fecha.

Si las afirmaciones contenidas en el párrafo anterior son correctas, no acabo de entender a qué se refiere en algunas de las aseveraciones que repite sistemáticamente. La primera de ellas es cuando dice que a "ustedes" ("nosotros" en sus palabras) los avalan dos millones de votos. Hasta donde yo conozco esa es la cifra aproximada de personas que apoyaron a las listas que defendían la secesión de Catalunya pero, si es a esas a las que se refiere, no entiendo que pueda considerarlas en exclusiva mérito del partido por el cual pretende adquirir un escaño en el congreso.

De esos dos millones de votos, una parte nada despreciable corresponden a la CUP, formación que no concurre a los presentes comicios y que incluso alguno de sus componentes relevantes ya ha manifestado que su voto  no iría a parar a ERC.

El resto tampoco creo que pueda apoderárselos tan gratuitamente, puesto que el partido al que usted representa se presentó a las autonómicas (plebiscitarias o no, como usted considere)  en coalición con otra fuerza que en esta ocasión ha buscado otras alianzas. De hecho en esa coalición también participaban, no sé si formal o informalmente, asociaciones civiles que muy posiblemente también tuvieron repercusión en los resultados (me refiero a ANC y Òmnium Cultural, como mínimo) y que no creo que hayan manifestado el apoyo concreto para su partido.

Así las cosas, Sr. Rufián, a falta de poder discernir cuál fue la verdadera intención de voto de cada persona y siendo muy optimista  hacia su formación, dudo que sea justo que se apunte más de la mitad del voto independentista, es decir, considerar que a usted lo avalan más allá de un millón de votos.

Por otro lado no entiendo su motivación para presentarse en estas elecciones. Usted apunta la inutilidad de intentar negociar nada con el estado español (creo que en otra clara confusión entre un estado y un partido que ha ostentado una mayoría absoluta en la última legislatura, pero eso ya es un juicio de valor) y que el camino para mejorar la situación en Catalunya es la declaración de independencia.

Dicha declaración de independencia, pues, no creo que deba realizarse en el Congreso de los Diputados. Si no hay negociación posible, tal vez deberían realizarla desde el "Palau de la Generalitat" y, por lo tanto, no entiendo la utilidad de dedicar tiempo y recursos a unos comicios que ni les van ni les vienen cuando ni tan sólo se ha conseguido la estabilidad política necesaria en Catalunya. Otras fuerzas, de las cuales usted parece capitalizar los votos, han sido bastante más coherentes en ese aspecto.

Lo último que quisiera compartir con usted ya entra en otro ámbito, el de la reflexión. Cada vez que usted apela al álgebra para defender que un 48% es más que un 39% creo que olvida que la sociedad no responde a ecuaciones matemáticas.

No voy a discutirle esos votos a los que usted denomina del sí/no, a pesar de que dos días antes de las elecciones autonómicas (plebiscitarias o no, como usted considere) tanto el líder de la coalición con la que usted simpatizó como el del partido por el que usted se presenta a estos comicios afirmaban cosas como que cualquier cosa que no fuese votarlos a ellos era votar en contra de la independencia o que votar a CSQP era como votar al PP. Sólo quiero hacerle una reflexión sobre el hipotético día siguiente.

Me refiero al día después de la posible declaración de independencia no pactada que usted considera única vía posible para mejorar la vida de la ciudadanía de Catalunya. Ese día habrá, según sus números, un 39% de descontentos y un 13% de escépticos, indecisos o espectantes, como prefiera, y se me ocurren dos posibles escenarios a medio plazo:

El primero es que sus augurios se confirmen y a los pocos meses tengamos esa idílica república catalana que usted defiende y que a veces parece que pueda adquirir como himno la canción del Kumbayá. En ese caso, dudo que nadie se queje y que, incluso, de forma explícita o no, buena parte del 52% de no votantes de la opción separatista cambie de bando.

Pero hay un segundo que considero que no es descabellado y consiste en que, al menos al corto y medio plazo, las cosas no salgan tan bien. Que las cuentas no cuadren como esperan cuando tengan que pagar la factura del ejército (propio o alquilado), de la agencia tributaria, de la seguridad social, del control aduanero, de la expedición de documentos, de la diplomacia, ... o que ante la presión de un estado español que no haya visto con buenos ojos la secesión catalana, esa república no sea reconocida por la mayoría de potencias y eso comporte problemas diplomáticos y comerciales que agraven la nada halagüeña situación actual.

En este segundo escenario, Sr. Rufián, es más que probable que los explícitamente partidarios del no se sientan legítimamente engañados y consideren que se les ha impuesto una situación que no beneficia a la ciudadanía de Catalunya más allá de algunos sentimientos patrios. Y los del sí/no, estoy convencido que ante dicha coyuntura se definirían rápidamente hacia la segunda opción. Incluso aquellos del sí que no provienen de un sentimiento patrio sino del pragmatismo, puede que cambien de opción. Todo ello creo que nos llevaría a una inestabilidad social de muy mal pronóstico y que estoy convencido que usted tampoco desea.

Sr. Rufián, estoy convencido de que sus compromisos de campaña no le permitirán leer este escrito, pero si encuentra un rato durante la jornada de reflexión me atrevo a invitarle a que, sin pretender en absoluto que cambie de objetivo, se plantee un ejercicio de coherencia con su condición de candidato a diputado y de bondad hacia sus conciudadanos y, en el más que probable caso de que sea elegido, se dirija usted a Madrid con la mejor de las actitudes de negociación con el resto de los que se conviertan en sus colegas. La política, Sr. Rufián, es eso, capacidad de negociar y llegar a acuerdos. Pretender imponer cosas amparándose en mayorías parlamentarias que no emanan de una mayoría de votos es más propio de otros a los que usted critica amargamente.

Muy cordialmente,

Ramón Martín Cabeza
Un elector más.




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