miércoles, 7 de abril de 2010

Regreso al futuro


Aunque no soy tan viejo como pueda parecer, a veces recuerdo con cierta nostalgia cómo en mi infancia mi madre me mandaba a comprar el pan con aquella bolsa de ropa. Por el contrario, cuando se trataba de ir al supermercado (a las grandes superficies se iba sólo una vez al año, justo antes de empezar el curso) cogía mi capazo y no me olvidaba de los envases de vidrio cuyo precio era descontado de la nueva botella que, en algunos casos como el sifón o la gaseosa con el tapón unido por una pieza metálica, tenían su gracia.

También recuerdo cómo quien más y quien menos, intentaba complementar su exigua semanada con lo que le daba el trapero por el papel, las botellas de cava o los metales que podía llevarle y que, especialmente lo último, no era mucho porque el tema de las latas se reducía a unas pocas de sardinas que se abrían con mucha dificultad y riesgo para los dedos mediante un sistema de enrollamiento de la tapa.

En aquellos tiempos las familias tenían, en el mejor de los casos, un coche cuyo depósito de carburante se llenaba con mil pesetas y duraba hasta que se acababa, que acostumbraba a ser al cabo de mucho. Aunque, por otro lado, eran tiempos irresponsables en los que la gente hacía barbacoas y paellas en unos campos que no acostumbraban a quemarse. Claro que había que elegir bien el sitio para no acabar sentándote encima del recuerdo aún blando de alguna vaca criada en modo extensivo.

Después evolucionamos y inventamos las bolsas de plástico, los tetra-briks y las latas de todo. Nos hicimos tan ricos que las botellas se daban gratis y los coches se multiplicaron por dos o tres en cada casa. Los traperos desaparecieron del mapa y las vacas del campo para ir a parar a los establos.

Entonces nació la conciencia ecológica para decirnos que evitásemos los envases metálicos y plásticos, que reutilizásemos las bolsas, que reciclásemos el vidrio y que utilizásemos lo mínimo posible el coche, mientras se prohibía encender fuegos en el campo por el riesgo de incendio de un bosque descuidado.

Ahora, treinta años después de haber empezado a ir al supermercado, uso el capazo y la bolsa de ropa, reciclo el vidrio, voy en bicicleta al trabajo y en Montserrat han decidido criar vacas en el campo para prevenir incendios. Al final Macaco tendrá razón y resultará que volver hacia el inicio no es retroceder, sinó andar hacia el saber, pero es que tengo la extraña sensación de estar regresando al futuro.

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