viernes, 9 de abril de 2010

La otra samba


Yo no he estado nunca en Río de Janeiro pero, evidentemente, si alguien me hiciese relacionar dicha ciudad con alguna imagen, lo primero que se me ocurriría sería la playa, el Sambódromo o Maracaná. Son, ni más ni menos, que las fotos que habitualmente acompañan los folletos de las agencias de viajes y que, sin excepción, tienen la prudencia de estar hechas o siguiendo la linea de costa, o de la montaña hacia el mar.

Y es que Río tiene otra foto que no conviene enseñar pero que en estos últimos días está siendo portada en más de un noticiario tanto impreso como televisado. Las lluvias torrenciales se han llevado por delante un montón de favelas y a sus ocupantes. Quienes quedan, por lo visto, no quieren irse de sus barrios por miedo a que, cuando vuelvan, no les quede ni una de sus pertenencias. En las imágenes que acompañan a la noticia no hay ni rastro de playa, fútbol o mulatas con lujosos trajes plumados.

Parece ser que Lula da Silva ha tenido muy clara la necesidad de políticas sociales en Brasil pero, por lo visto, las favelas se le han resistido igual que lo hicieron a sus predecesores. Estoy convencido de que la realidad en ellas es mucho más complicada que hablar simplemente de pobreza. Creo más bien que se trata de un complicado submundo que se alimenta de la anarquía reinante. No creo que sus habitantes estén deseando ser rescatados de allí y, por eso, cualquier intento de acabar con el favelismo es poco fructífero.

En ese escenario deberían celebrarse unos juegos olímpicos. Los que recordamos la transformación de Barcelona en el 92 podríamos tener un motivo para el optimismo. Las inversiones que acompañan un acontecimiento como ese, bien empleadas, pueden ayudar a encarrilar el asunto, pero eso está por ver. Tal vez resulte mucho más fácil volver a ocultar la montaña tras un telón, girar la vista al mar y ponerle una samba de banda sonora.

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