domingo, 14 de febrero de 2010

Publicidad engañosa


No es verdad. Lo que no he probado lo he preguntado y no es cierto. No existe ningún desodorante que atraiga a las mujeres por la calle ni ningún champú que produzca orgasmos mientras te frotas el pelo. Ninguna chica, por más quinceañera que aparente ser y por mucho uniforme colegial que vista moja el sofá mientras se come una tableta de chocolate y ningún perfume, por caro que sea, hace aferrarse fuertemente a las sábanas a la mujer más sexy.

Prometo que mi educación no ha sido especialmente represiva y que mi líbido es, por lo menos, el normal en un hombre de mi edad. No me mueve ninguna moral cristiana ni ningún ataque conservadurista. Me encanta el erotismo en su medida y contexto oportunos, pero considero que la publicidad toma connotaciones sexuales innecesarias en más de una ocasión.

Además, si lo analizamos con un mínimo detenimiento, el despilfarro de sensualidad que denotan nuestros anuncios televisivos dejan, casi siempre, con el clásico rol de objeto a las mujeres que aparecen: o son atraídas irremediablemente por el hombre bien perfumado o pretenden despertar el deseo del espectador macho.

Tal vez sí, tal vez sea mi mente calenturienta la que me hace interpretar erróneamente un mensaje inocente pero, aunque sea irreprochable el contenido de los spots publicitarios, mientras no se me peguen las mujeres cada vez que levante un brazo tengo derecho a la denuncia por publicidad engañosa.

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