sábado, 13 de febrero de 2010

Patriotismo francés


Sarkozy y compañía han decidio poner a examen el sentido patrio de sus conciudadanos pues tienen la sensación de que aquello que para los muchos francófobos de este lado de los Pirineos constituía chovinismo, ha ido disminuyendo en los últimos tiempos.

La verdad es que yo no me cuento entre los detractores de los gabachos, más bien al contrario. Por diversos motivos he tenido múltiples y variadas experiencias de contacto con nuestros vecinos del norte y normalmente me he llevado siempre la impresión de que tenemos mucho que aprender aquí abajo.

Entre las cosas que me gustaría que supiésemos imitar está, seguramente, ese patriotismo que ahora preocupa a su gobierno. Me estoy refiriendo constantemente, y no por error o sinonimia, a su patriotismo que no a su nacionalismo porque de lo segundo, aquí, estamos sobrados. No sé si el diccionario define de manera diferente los dos términos pero, en todo caso, yo los uso diferente.

Patriota, de patria, tiene su origen etimiológico en la palabra indoeuropea patres, al igual que lo hace padre. Por lo tanto un patriota es el que reconoce a un padre y a sus compatriotas, por lo tanto, como hermanos aunque algunos puedan ser adoptados o de madre diferente. Yo, a mi padre, le puedo ver todos los defectos que tenga, pero lo acepto y lo quiero porque es mi padre, sólo por eso y lo defenderé ante quien haga falta pero no pretenderé demostrar que sea mejor ni peor que nadie, simplemente es mi padre.

El nacionalismo, sin embargo, es para mí la defensa de una identidad que necesariamente tiene que diferenciarse de otras, porque esa es su razón de ser, la búsqueda de una sustantividad y una autonomía propias. Pero claro, no tiene sentido diferenciarme de alguien que es igual o mejor que yo y, por tanto, el nacionalismo acaba basándose en demostrase mejor que el otro y excluyéndolo.

Yo puedo ser patriota manresano, catalán, español, europeo y mundial a la vez, pero no nacionalista de todo ello simultáneamente. En Francia, si mucho no me han engañado, la gente es perfectamente capaz de sentirse bretona, normanda, alsaciana, provenzal o catalana o vasca y, simultáneamente, francesa y, sobretodo, orgullosa de la ciudad de la luz.

Seguramente tenga que ver mucho en esa diferencia que ellos, en lugar de golpes de estado, protagonizaron una revolución en la que los únicos vencidos, la monarquía, no vivió para pedir revancha. También que, en lugar de una guerra civil, vivieron dos guerras mundiales en las que todos tuvieron un enemigo común que era otro y no ellos mismos.

La duda para mí es, si mi razonamiento hasta aquí fuese correcto, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿se sienten unidos porque no se han peleado nunca o no se han peleado nunca porque se sienten unidos?

Francia, como cualquier otro estado grande (de hecho más que el nuestro) ha nacido también de la unión de reinos, la anexión de tierras y la conquista de condados, pero han conseguido generar un orgullo colectivo y no un enfrentamiento continuado entre comunidades. No sé si ahora está en crisis, pero con ella o sin ella, ojalá y una parte del patriotismo francés se nos contagiase y consiguiésemos todos y todas compartir el orgullo de ser algo, aunque fuese ciudadanos de un mundo sin himno ni bandera.

2 comentarios:

Mariano Puerta Len dijo...

Hombre, en lo de las dos guerras mundiales no había caído. Es cierto que, aunque desde el nacionalismo catalán se nos ha querido vender una historia de continua rebelión contra España, cuando los catalanes pudieron escoger entre ser españoles o ser franceses, escogieron ser españoles y plantar cara a Napoleón. Nos unió un enemigo exterior.

Ramón Martín Cabeza dijo...

Sí pero, y siempre desde esa versión del nacionalismo catalán, se unieron contra un enemigo exterior porque tenían malos recuerdos de otra guerra contra unos franceses que después de derrotar a Napoleón siguieron mandando en España y eso, por lo visto, no lo han olvidado aún.
En todo caso el problema de Catalunya ha sido siempre de mala suerte o peor criterio: por desgracia se ha elegido en casi todas las contiendas el lado perdedor y eso siempre acaba pasando factura.

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