sábado, 6 de febrero de 2010

Educando para la excelencia


Era la reunión de inicio de curso de 4º de primaria. Una profesora con aspecto de mesonera del quijote, en el típico tono de maestra de primaria, a medio camino entre la complacencia y el esoterismo nos explicaba a padres y madres que su objetivo para ese final de ciclo era educar a niños y niñas en la excelencia. Era importante que nuestra prole entendiese que debían dar siempre lo máximo de ellos en su trabajo, porqué eso es lo que se les exigiría en su futuro como adultos.

Era, sin duda, una afirmación intelectualmente impecable, pero algo dentro de mí se revolvió contra esa idea. Dar el máximo de ellos en su trabajo significaba no guardarse nada para ellos, nada para sus familias, nada para sus amistades. ¿es eso lo que se espera de ellos en el futuro? y, en todo caso, ¿es lo que deseamos?

Desde un punto de vista social podría ser comprensible que pidíesemos a todo el mundo que ofreciese al resto de la sociedad todo su esfuerzo y todo su empeño, pero de bien seguro que si pensamos en nosotros mismos, no querremos tal cosa. ¿de veras queremos educar a nuestros hijos en la excelencia? ¿no estaría mejor hacerlo en la suficiencia?

Tal vez nuestras escuelas se equivoquen. Quizás la estrategia debería ser enseñarles dónde está el maravilloso punto de equilibrio que permite ser útil para la sociedad y poder disfrutar de ella. Donde uno o una puede sentir orgullo de su trabajo, pero a la vez compartir dicho orgullo y la felicidad que conlleva con los suyos y consigo mismo.

No sé, seguramente me equivoque una vez más, pero aquellas palabras me sonaron al mundo feliz de Huxley y yo más bien sueño con el que cantaba Rah-Mon Roma con letra de Gianni Rodari, en el que había una escuela donde aprender a leer, ecribir y hablar, la lengua de la felicidad.

2 comentarios:

Gabriela dijo...

Yo me conformaría en educar para ser personas. Persona curiosas. Personas trabajadoras. Personas compasivas. Personas amigables. Personas inquietas. Personas que cuestionen y se cuestionen cosas. Personas que se posicionen. Personas que se manifiesten. Personas dialogantes. Personas que busquen. Personas que se enfrenten a los retos. Personas sin miedo al fracaso. Personas dispuestas a ser ridículas. Personas que no ridiculicen. Personas que amen. ... ¡Ostras! La utopia.

Ramón Martín Cabeza dijo...

Pues no te conformas con poco. ¿la utopía? mientras tenemos claro que es eso, nos sirve para recordar donde está el horizonte hacia el que avanzar.

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