martes, 16 de febrero de 2010

La corrección política puede con la honestidad


No es que coincida en general con las decisiones que Ernest Maragall haya podido tomar en su carrera como conseller d'educació, pero tengo que reconocer que ha demostrado tener un par de cualidades que echo en falta en la gran mayoría de la clase política actual en nuestro espectro.

En primer lugar, ha sido capaz de mantener las decisiones que ha tomado a pesar de lo que algunos grupos de presión, no poco importantes, hayan dicho. La semana pasada el DOGC publicaba ya el calendario escolar de Catalunya para el curso 2010-2011 y, si Ernest hubiese sido del estilo de la gran mayoría de sus compañeros de partido (incluída su filial en Madrid), seguramente habría sido bastante diferente.

Esta semana, el propio Maragall cometió tres pecados casi mortales para un político actual. En primer lugar, debió hacer un café con alguien de la calle, cosa más que peligrosa porque puede contaminar la sesgada visión del mundo que tienen nuestros ministros y consejeros. En segundo lugar, se creyó lo que le digeron y, por último, lo explicó: la población de Catalunya está cansada de experimentos inestables y agotada del tripartito. Nadie interpretó más allá, puesto que no estaba diciendo que la acción de gobierno hubiese sido mejor o peor, sinó que la gente no la había percibido tan perfecta como algunos pretenden que ha sido.

En tres días Ernest ha tenido que rectificar y ofrecer una dimisión que, de momento, Montilla no ha aceptado, aunque seguramente no por falta de ganas, sinó por inoportunismo. Estoy convencido de que si alguien hiciese ahora mismo una encuesta al respecto, la mayoría de catalanes y catalanas, independientemente de que aprobasen o no la acción de gobierno de los tripartitos y de que las alternativas que propusiesen fuesen de derechas o de izquierdas, estarían de acuerdo con las declaraciones de Maragall. Pero claro, no es razonable que un Conseller reconozca que el pueblo está cansado de ellos.

Oí que Joan Herrera lo decía ayer, con más o menos acierto: después se extrañan de la desafección hacia la clase política. Pero es que resulta que tal vez nos hayamos aburrido ya del discurso políticamente correcto y tal vez convenga un poco de honestidad y un mucho de sinceridad para variar.

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