martes, 28 de septiembre de 2010

Izquierdas: muchas, pequeñas y maniatadas

Aunque se pueda mimetizar utilizando diversas siglas, la derecha de este país tiene claro que es una, grande y libre. Una porque, aunque luego alguna parte intente ganarse su electorado promulgando nacionalismos diferentes al del conjunto del estado, asumen perfectamente aquello de que con las cosas de comer no se juega y así, pueden apoyar unos presupuestos generales a cambio de una transferencia o asumir un marco autonomista si a cambio se les concierta mejor el tema económico.

Al haber sólo una, se convierte en grande. Nuestra derecha es capaz de cerrar filas con facilidad para imponer su ley cuando es preciso, especialmente en lo que a cuestiones económicas se refiere. Y además es libre, puesto que sus intereses coinciden con los del resto de poderes fácticos del estado. Así, no tienen problemas para plantear los postulados abiertamente, puesto que el poder económico no sólo no se opone, sinó que los aplaude fervorosamente.

Así, el pensamiento de la derecha es monolítico. No tan solo el de sus organizaciones oficiales. Incluso cuando hablas con la gente por la calle, aquellas personas que responden a un ideario conservador dan la impresión de repetir automáticamente consignas dictadas desde algún estamento superior y que no necesitan ni pueden argumentar, sólo repiten.

En contraposición están las izquierdas. Y lo digo en plural porque las hay españolistas, independentistas, federalistas, verdes y de todos los matices habidos y por haber. A diferencia de la derecha, olvidan con frecuencia que, sobretodo en determinados momentos, lo esencial es lo esencial y buscar significarse por el punto de divergencia es dificultar alcanzar aquello que nos une.

Esa necesidad de expresar hasta el último matiz en cada tema hace que la izquierda se atomice de tal manera que todas acaben siendo lo suficientemente pequeñas como para que ninguna de ellas pueda plantearse gobernar sin recurrir a alianzas o apoyos que no siempre dan buenos resultados. Y si encima la mayor de ellas decide embarcarse en aventuras solitarias vendiendo al mejor postor sus propuestas, acaba sintiéndose maniatada y cediendo a las exigencias de los poderes económicos más apolillados.

La gente de las izquierdas tiene esa riqueza, esa capacidad para argumentar hasta la última coma y no dejarse empaquetar bajo cualquier etiqueta. Por eso hoy aún hay dudas de si mañana se debe o no creer a los sindicatos que, dicen algunos, han sido correa de transmisión de un sistema que teóricamente gobierna la propia izquierda. Por eso hay fuerzas de izquierdas que se suman a la huelga sin paliativos, otras que se oponen y otras que dicen que en todo caso van, pero en versión catalana.

Tal vez sería hora ya de ir aprendiendo de las lecciones de la historia. La derecha nos está colando un gol desde la izquierda y nosotros vamos a ver pasar el balón mientras discutimos la jugada. Quizás deberíamos llegar a la conclusión de que, ni que sea por una sola vez, la izquierda debería ser una, grande y libre de complejos para afirmar rotundamente: ¡así no!

2 comentarios:

Gabriela dijo...

El problema de l'esquerra (o la seva riquesa) és el seu caràcter assambleari. En canvi, la dreta és direccional, hi ha qui mana i qui segueix amb una estructura vertical que hom reconeix i assumeix. Aquesta manera d'estructurar-se fa que pugui haver una dreta única i una esquerra múltiple... una superació d'aquest "assamblearisme" podria portar a una esquerra més forta. Això pensant que encara existeix això que s'enomenava esquerra....

Gabriela dijo...

Fe d'errates, allí on diu enomenava hauria de dir anomenava.

Gràcies

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