miércoles, 1 de septiembre de 2010

Coche eléctrico: que la ilusión no oculte el peligro


A nuestros políticos les costó mucho reconocer que estábamos en crisis económica, pero desde que lo hicieron no han parado de hablar de que el modelo económico español en general y catalán en particular había quedado obsoleto y había que buscarle alternativas, aunque sus actuaciones hasta el momento han ido más en otras direcciones de las que ya me he quejado con frecuencia.

Parece existir un cierto consenso a la hora de analizar lo que ha hecho que en nuestro estado las consecuencias de la crisis global estén siendo especialmente hondas y anchas: a los problemas financieros que han sacudido al mundo desarrollado ha habido que sumarle la sumisión al tocho y la ausencia de una industria potente basada en productos de alto valor añadido que la hiciese capaz de competir en situaciones adversas.

En este contexto, lo que se haga con el último de los factores expresados puede ser clave especialmente en el aspecto del empleo, dado que la potenciación de una industria sólida puede ofrecer puestos de trabajo a corto plazo y, si se hacen las cosas bien, garantizar su estabilidad.

Pero para hacer las cosas bien conviene evitar que la ansiedad nos produzca miopía. El gran mal de nuestro tejido industrial es el de estar formado básicamente por industrias extranjeras del sector automovilístico y sus auxiliares que han invertido aquí por los incentivos ofrecidos por nuestras administraciones y por lo barato de la mano de obra, especialmente si tenemos en cuenta la relación entre el precio y la capacitación.

Tales empresas sin el más mínimo arraigo social, con un horizonte comercial que no les obliga a una localización geográfica determinada y con una capacidad financiera suficiente para afrontar mudanzas sin problemas, no han dudado en deslocalizarse hacia otros puntos del planeta más económicos o en replegarse hacia sus países de origen a la primera que la cosa ha pintado fea.

Ante tal panorama, ofrecer facilidades para que una empresa china se instale en Catalunya para fabricar coches eléctricos con la esperanza que entre ella y sus auxiliares se creen miles de puestos de trabajo, puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Tal vez cabría esforzarse también o en su lugar, en incentivar la creación o el crecimiento de empresas autóctonas en sectores diversificados y con una cierta base en la investigación y el desarrollo como pueden ser las energías renovables en las que, según dicen, poseemos tecnología puntera.

El coche eléctrico podría poner las pilas a la economía catalana e incluso, por extensión, a la española pero seguramente habrá que estudiarlo mucho para que esas pilas sean recargables y no nos dejen sin suministro en cuanto las volvamos a necesitar. Esperemos que la proximidad de unos comicios no fuercen acuerdos que deslumbren pero que no permitan ver el peligro que entrañen en el medio y largo plazo.

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