Unas cuantas horas del tercer día al volante por las autovías de España a principios de julio, después de haber pasado una tarde en Córdoba a 40ºC a la sombra, con el niño viendo películas detrás, el perro roncando en el maletero y la mujer haciendo lo propio a mi lado, es un escenario perfecto para ver visiones en plena carretera. Un poco por eso y otro poco porque no fui capaz de hacer la pregunta adecuada a San Google y, en consecuencia, no encontré respuesta, llegué a la conclusión de que lo que había visto en plena A-2 a la altura del pueblo del Carpio había sido una alucinación.
Sin embargo ayer apareció en no sé qué programa de TV3 para demostrarme que mi demencia no es tan seria como pensaba. Después de corroborarlo por vía internáutica puedo asegurar que aquella estampa de burro catalán que se me apareció en plena provincia de Córdoba no respondía a mi deseo de que el viaje empezase a llegar a su fin para sentirme en casa.
Resulta que es la invención de un tal Fernando Sánchez que decidió imitar al toro de Osborne para la noche en blanco de Madrid 2009 y supongo que no se le ocurrió una idea más provocativa (dicen que el arte debe serlo) que plantar un burro de 17 metros en plena puerta de la estación de Atocha. No sólo parece ser que nadie se escandalizó ni decidió ultrajarlo al modo en que aquí se propone con el considerado símbolo nacional español, sino que además hubieron municipios que pujaron por convertirse en el lugar que luzca permanentemente la obra.
Y allí está, en plena A-4 para disfrute o sorpresa de quienes pasen por allí. Nadie parece haber decidido desatornillarlo, nadie parece haber decidido hacerlo objeto de sus pintadas y nadie parece haber puesto el grito en el cielo porque el teórico símbolo nacional catalán adorne una carretera estatal. Declinaré hacer ninguna valoración al respecto, pero invito a cada cual a hacer la suya. Por cierto, el título de la obra puede ser ilustrativo: Burro Grande.
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