lunes, 4 de octubre de 2010

Cuando más puede significar menos

La parroquia independentista en Catalunya ha crecido. Es un hecho que constato más que de manifestaciones de difícil interpretación, de lo que se palpa en la calle. Desde esa percepción subjetiva, tengo la impresión de que ese crecimiento se ha sustentado más en un giro de discurso que en el incremento de personas identificadas con cuestiones identitarias. Los argumentos culturales e históricos que se habían defendido clásicamente se mantienen, pero casi llegan a pasar a un segundo plano, el que sigue a los aspectos prácticos de tipo económico y social.

Sigo hablando desde la subjetividad, pero creo que el independentismo ha descubierto que puede conseguir muchas más adhesiones explicando que la independencia supondría más recursos y que, además o casi sobretodo, se podrían gestionar con mayor prioridad social. La independencia se acaba vendiendo, especialmente en estos tiempos, como una alternativa a la política económica y social que se ha instaurado en los últimos años en España.

Tal argumentación ha sido posible mientras los mensajes independentistas han aparecido desde la izquierda nacionalista. Y es que, también desde mi percepción subjetiva, en Catalunya hay dos patrimonios que parecían estar reservados a la izquierda: la independencia y la república. Sin embargo, posiblemente debido a la atracción que produce la proliferación de hipotéticos futuros votos en el segmento independentista de la población, ha irrumpido un nuevo partido de nombre curioso, declaradamente independentista pero de ideología conservadora.

Laporta y López Tena aparecen, pues, para robar el monopolio a la izquierda y, en consecuencia, como alternativa independentista desde la derecha, declarando decididamente esa condición ante el nadar y guardar la ropa de CiU. Sin duda, eso podría aportar más simpatías a la causa, dado que habrá quien ansíe la desvinculación catalana de España pero no se sienta representado ideológicamente por los partido progresistas.

Pero también puede tener un efecto perverso para los intereses separatistas y es que, quienes se han sumado más recientemente a la causa creyendo en el espejismo de que una Catalunya independiente sería una Catalunya gobernada por, desde y hacia la izquierda puedan llegar a ver desvanecerse esa idea y, en consecuencia, decidan que más vale malo conocido que bueno por conocer y se apeen del tren antes de que llegue a su destino.

Sea como sea, en noviembre vienen elecciones y después un mandato en que cada cual tendrá ocasión de demostrar más que explicar cuál es su proyecto político. A un servidor, que no tiene un especial problema identitario, le preocupa más el camino que pueda emprender la sociedad en la que vive que el color de la bandera que presida nuestros edificios oficiales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Com a persona integrant de Solidaritat, et diré que, en una hipotètica Catalunya independent, hi tindran cabuda partits d'esquerres, de centre, i de dretes. Personalment crec que el més important és aconseguir la independència i després que tothom sigui el que vulgui.
Carles.

Ramón Martín Cabeza dijo...

No tinc cap dubte de què hi cabran totes les tendències polítiques, el que no sé és si tothom s'ho havia plantejat fins a l'aparició de SI perquè semblava que les apostes per aquesta opció venien només des de l'esquerra.
Per cert, moltes gràcies per signar, Carles.

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