miércoles, 14 de julio de 2010

¿Es bueno ser entrañable?


Hoy no voy a hacer grandes reflexiones de cinco céntimos. Más bien voy a pedir la colaboración del mundo en general, pero de las féminas en particular. Ya sé lo del chiste de aquel que quería entender a las mujeres y en consecuencia no pretendo hacerlo, pero me gustaría poder interpretar con acierto la respuesta de una mujer hace unos meses.

Resulta que esto del Facebook tiene su gracia cuando te permite encontrar incluso a aquella amiga con la que compartías pupitre en primero de bachillerato. La verdad es que me hizo muchísima ilusión reencontrarla después de muchos años de desconexión con algún que otro encuentro más que fortuito por la calle. Lamentablemente ella no tiene una gran actividad en la red, con lo que tampoco es que hayamos mantenido grandes conversaciones, pero siempre hace ilusión tenerla ahí, sabiendo que el día que me apetezca, al menos sé dónde dejarle un mensaje.

La vedad es que es difícil tener malos recuerdos de lo que te pasa entre los catorce y los dieciséis, pero es que a mí me resulta complicado recordar aquella época sin que me vengan a la mente conversaciones y anécdotas con la que aún considero mi amiga. Visto desde la perspectiva que da el tiempo y la edad, sólo hay tres explicaciones para el hecho de que nunca le tirase los tejos: mi falta de habilidad en esos temas, la corta edad y un exceso de amistad que llenaba lo suficiente como para plantearse alguna otra cosa.

Hasta aquí sirve para poner en antecedentes. El hecho es que hace unos meses ella se me adelantó en cumplir los cuarenta y yo decidí felicitarla vía Face aprovechando para lanzarle un cumplido mucho más que merecido por su parte. Lo que me tiene intrigado es su respuesta que decía, entre otras cosas, "siempre has sido una persona entrañable".

Supongo que debo ser yo, pero tengo la impresión de que es una cuestión de léxico ligado con el género. Para mí es entrañable un muñeco de peluche, el personaje de una película o, si mucho se me apura, un famoso fallecido al que se recuerda con cariño. Nunca se me habría ocurrido dirigirme a una amiga o a un amigo como persona entrañable.

Si mi amiga a estas alturas está leyendo esto (que es posible) se planteará básicamente tres cosas: que soy más capullo que entrañable, que vaya una manera más tonta de sacarle punta a una frase que ni se planteó y que porqué no se lo pregunto a ella directamente y me aclara lo que quería decir. El caso es que, si hago caso de lo último, no daría opción a un inútil debate que, sin embargo, puede entretener a alguien en una calurosa tarde de verano.

1 comentario:

Mariano Puerta Len dijo...

Entrañable, buen amigo, confidente... Ahora nos llamarían pagafantas.

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