sábado, 10 de julio de 2010

Decretos de irresponsabilidad


Tras cuatro años de espera, el Tribunal Constitucional se dignó a dictar sentencia sobre el Estatut de Catalunya. Mucho tiempo, desde luego. Una demora injustificable, sin duda, pero la sentencia llegó. Y ahora que se tiene resulta que nada más y nada menos que el presidente de la Generalitat de Catalunya, tacha al mencionado órgano de irresponsable.

Yo, al igual que Mariano y, según él, un montón de gente, tampoco he leído el texto íntegro de la sentencia ni lo hice del Estatut pero de lo que ha trascendido mediáticamente no he encontrado nada que no fuera previsible. Dudo que, en su fuero interno, ninguno de los líderes políticos catalanes hayan quedado sorprendidos por el contenido de una sentencia que reclamaban a gritos y contra la que ahora protestan.

Visto así, ¿es realmente irresponsable el Tribunal Constitucional? Yo creo que lo ha sido durante cuatro años no atreviéndose a pronunciar una sentencia que sabían que no sería agradable para nadie. Tal vez, digo yo, los irresponsables fuesen aquellos políticos que sometieron a referéndum una norma que sabían que, en diversos aspectos, contravenía la constitución y que, por tanto, abría la puerta al escenario en que nos encontramos.

La gente, en general, no tenemos una licenciatura en derecho ni somos conocedores al dedillo de las normas y su aplicación y, por lo tanto, si la gran mayoría de nuestros líderes políticos nos dicen que debemos pronunciarnos a favor de una ley que, además, se supone que nos va a traer mejor de todo, la aprobamos donde haga falta.

Intentar pasar la pelota después a un órgano creado y designado por los mismos que después se quejan de cómo funciona, es utilizar a las instituciones igual que se hizo con el pueblo el día que se le dio la oportunidad de pronunciarse sobre lo que querían más que sobre lo que se podía tener.

A mi humilde entender, esta sentencia no demuestra la irresponsabilidad del Tribunal Constitucinal, sinó la de toda la clase política: los que nos proponen una norma imposible y los que ante ella tiran de la justicia antes que de la política para hacer prevalecer sus ideas.

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