lunes, 14 de marzo de 2011

Hormiguitas en un universo inmenso

Todos hemos sido niños alguna vez y, cuando yo lo fui, aquello de la protección de los animales no se estilaba. Quizás por eso, uno de los entretenimientos habituales cuando se acercaba la verbena de San Juan consistía en introducir un petardo en la boca de un hormiguero y hacerlo detonar. El espectáculo de las hormigas moviéndose frenéticamente estaba asegurado. Seguramente primero para hacerse cargo de la situación y después para reconstruir lo destruido después de un rápido balance de bajas.

Ya hace unos cuantos años que aprendí que aquello no estaba bien. Lo sé porque me enseñaron que estaba mal que unos seres poco menos que superiores como los humanos actuasen tan cruelmente con aquellos indefensos insectos. Pero entonces la tierra tiembla y un tsunami se lleva por delante buena parte de una de las poblaciones humanas más preparadas para soportar ese tipo de tragedias.

En estos casos uno se da cuenta de que, en realidad, no somos más que un puñado de hormiguitas en un universo inmenso  y que nuestra trascendencia es ínfima. Llevamos años creyendo estar más cerca de los dioses que de los insectos, pero tal vez deberíamos darnos un baño de humildad.

No hay comentarios:

Free counter and web stats