miércoles, 2 de marzo de 2011

De las intenciones a los hechos

Lo decía ayer: eso sería tema de otro post. Pero como Cristina me pregunta porqué todos mirábamos hacia otro lado mientras se perdían los derechos humanos en Libia, me veo en la obligación moral de ofrecerle mi discutible opinión al respecto.

Seguramente fue redactada con la mejor de las intenciones y quizá la Asamblea General de Naciones Unidas hasta se la creía cuando la aprobó. Pero en sus sesenta y dos años de vida, la declaración universal de los derechos humanos se ha convertido en un instrumento en manos de los estados más poderosos y poco más.

Pocos gobiernos se preocupan de por qué forro se pasan los derechos humanos en cualquier país que no disponga de reservas petrolíferas por controlar o economías emergentes por colonizar, en cuyo caso la violación de éstos se convierte en la excusa perfecta para derrocar a un dictador que no accede a según qué tratos o para invadir un país que amenaza la economía de los ricos.

No creo que haga falta hacer una lista exhaustiva para confirmar mi hipótesis, pero tal vez sirva recordar la poca prisa que se dio nadie en acabar con el conflicto de los Balcanes o lo poco que importaba el pueblo kurdo masacrado por Hussein hasta que a éste le dio por invadir Kuwait, por ejemplo.

Pero no hay que tirar de hemeroteca en absoluto para tomar conciencia de esa instrumentalización. Ayer mismo Ban Ki-Moon exigía que en Libia se respetasen los derechos humanos más fundamentales y citaba entre ellos el derecho de reunión y la libertad de expresión. Si alguna vez se ha manifestado con tanta energía contra China, cuyo último premio Novel aún no sabe que lo ha ganado, no sólo nadie le ha hecho caso, sino que se han dedicado a regalarles juegos olímpicos y beneficios comerciales desde todos los países.

Sarkozy reconocía el otro día que Francia no había hecho en Libia nada que no hubiesen hecho los demás y Rodríguez Zapatero estaba estos días negociando con emires árabes que no puedo acusar de nada pero a los cuales no me extrañaría ver en la palestra a medio plazo.

Echando una mirada al mundo llega uno a la conclusión de que los derechos humanos ocupan una prioridad mucho inferior que los intereses económicos en la política. De hecho, mal vamos cuando la tutela de esos derechos humanos se la ha atribuido hasta hoy un país que no respeta el más fundamental de ellos y mantiene vigente la pena de muerte.

No dudo de la bondad de una declaración que nació cuándo y como lo hizo, en plena resaca del horror Nazi. Pero tengo claro que igual que el holocausto fue una anécdota y Hitler tuvo amigos hasta que amenazó la integridad de las grandes potencias de la época, las perennes violaciones de los derechos humanos de hoy quedarán silenciadas mientras haya espesos mantos de dólares, euros o barriles de petróleo bajo los que ocultarlas.

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