domingo, 24 de abril de 2011

Una reflexión sobre Sant Jordi

Lo sé, llego un día tarde. No es porque quisiera escaquearme de felicitar a quienes llevan Jordi, Jorge o sus versiones femeninas por nombre, sino porque lo de irse de vacaciones comporta a veces la desconexión no sólo metafórica. Aún así, no quiero dejar pasar la ocasión para reflexionar sobre Sant Jordi, pero no sobre "la diada", sino sobre la leyenda que teóricamente la inspira al menos en parte.

Después de haberla oído hoy en una interesante versión resumida del 3/24, he pensado que dicha leyenda puede ayudar a ejemplificar cómo de sutil puede llegar a ser la transmisión de valores de unas generaciones a otras. Si repasamos la historia de aquella princesa que tiene que ser rescatada por un caballero de ser devorada por el dragón, fácilmente nos pondremos de acuerdo en que no deja de ser una historia machista y que perpetúa los roles de siempre, motivo por el cual podría ser censurada.

En lo que no sé si repararía mucha gente es en que antes de que la princesa se ponga en peligro, el dragón en cuestión ya se ha merendado a un buen número de jóvenes doncellas del mismo reino sin que apareciese ningún caballero, sin que el rey que tanto llora por su hija hubiese hecho nada por impedirlo y, lo que quizá sea más grave, sin que el pueblo se sublevase contra él o exigiese que fuese precisamente la princesa la primera en ofrecerse al monstruo.

Visto desde esa óptica, las cosas no han cambiado tanto en estos siglos. Los caballeros quizá no abunden, pero las desgracias que sólo se transforman en injusticias cuando afectan a según quien siguen estando en el orden del día y los pueblos que siguen asumiéndolo como normal también. En definitiva, ¿qué más da, si siempre ha sido así?

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