miércoles, 13 de abril de 2011

El precio que no tengo

Si Napoleón pronunció todas las frases que se le atribuyen, debía hablar en sueños porque despierto no le habría dado tiempo suficiente. Alguien me dijo una vez (seguramente me engañó) que el pequeño corso había dicho algo así como que "toda mujer es prostituta y todo hombre traidor, sólo depende del precio", una frase que ha día de hoy le habría costado la crucifixión por machista .

Desde entonces, me he dedicado tiempos muertos a intentar descubrir, sin éxito, cuál seria mi precio. Hoy, sin embargo, he conseguido la respuesta a la pregunta opuesta. He descubierto cuál no sería mi precio y no precisamente por insuficiente, sino por excesivo.

En concreto es el de Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco Santander, que vende sus servicios (y tal vez su moral) al módico precio de 9 millones de euros anuales, es decir, lo que cobraría yo en 265 años, que son los que tardaré en jubilarme si dejo elegir al gobierno.

La verdad es que no lo envidio. A parte de los remordimientos de conciencia que me causaría irme a dormir cada noche sabiendo la de familias que se han quedado sin casa por no poder pagar la hipoteca que justifica mis honorarios o la de gente que se ha quedado sin empleo porque no he querido conceder crédito a empresas por el riesgo a que yo tuviese que reducir mis incentivos, tendría que enfrentarme al duro quebradero de cabeza de decidir ¡que narices hago yo con mil quinientos millones de pesetas al año!

Con lo cual llego a una conclusión fácil: seguramente no soy más íntegro que nadie, pero quizá sí más práctico.

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