sábado, 4 de diciembre de 2010

Descontroladores aéreos

No creo que haya mucho que añadir a lo que ya dije en su día respecto al conflicto de los controladores aéreos. De todas maneras creo que la espectacularidad de la última acción que, según esa especie de modelo masculino que tiene fichado su sindicato como portavoz, es espontánea, merece algún comentario.

La verdad es que a mí no me engaña el guaperas y tengo claro que el sindicato ha instigado la movilización o, más bien dicho, la desmovilización de los controladores aéreos por sorpresa total. También tengo claro que el gobierno ha demostrado la falta de un plan B para controlar una situación que, posiblemente, ha hecho poco por evitar.

Digo esto último porque intentar recortar de un plumazo todas las prevendas dadas a un colectivo históricamente es un error y hacerlo sin el diálogo suficiente que permita estudiar contrapartidas y, en su caso, los términos y plazos para recuperar el camino perdido, es una declaración de guerra en toda regla. Aunque estoy convencido de que el sindicato de controladores no habría hecho en absoluto ninguna concesión, poder explicar que se ha intentado facilitaría la posición del gobierno.

De todas maneras, no acabo de entender cuál es la estrategia de los profesionales. Cuando el camino hacia la privatización está más que abierto, ganarse como lo están haciendo la incomprensión e incluso la indignación de la opinión pública no creo que les beneficie en lo más mínimo. A estas horas, estoy seguro que mucha gente aplaudiría que las amenazas del fiscal se cumpliesen y alguien acabase en prisión por fastidiarle las vacaciones (triste pero cierto).

Y la última reflexión que quedaría iría para el resto de la población asalariada. En pocas horas un sindicato corporativo ha conseguido lo que no consiguieron los sindicatos mayoritarios en meses de preparación: poner en jaque a las autoridades y movilizar hasta al ejército. Si un puñado de trabajadores cualificados y bien pagados puede más que millones de obreros y obreras, este mundo ha cambiado mucho en las últimas décadas.

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