viernes, 31 de diciembre de 2010

Un socialista en la corte del rey Artur

Parece ser que ha causado perplejidad en propios y ajenos el nombramiento de Ferrán Mascarell como Conseller de Cultura de la Generalitat de Catalunya. Evidentemente hay quien ha entendido que ha sido el peaje a la abstención del PSC en la investidura de Mas como presidente, pero a mí me gustaría imaginar que no es así y que hemos dado un pequeño paso hacia la madurez política.

Cualquier persona, pero especialmente un político, debería ser fiel a sus convicciones, pero no esclavo de las disciplinas de partido. Del mismo modo, es coherente que quien tenga la responsabilidad de formar un gobierno después de haber sido elegido como candidato de un partido, lo conforme de acuerdo al ideario de éste, pero no debería estar encorsetado a la hora de elegir a las personas que lo desarrollen.

La verdad es que no soy conocedor de la obra de Mascarell en su anterior época como Conseller pero, ¿y si a Mas le parece que fue satisfactoria? No estamos hablando de una Conselleria de economía, de trabajo o de asuntos sociales, sino de cultura. Tal vez en ese ámbito pese más el catalanismo del que presumen tanto CiU como el propio Mascarell que las tendencias hacia la diestra o la siniestra. Siendo así, ni el President ni el Conseller están faltando a ningún principio y, en cambio, están formando parte del equipo que su responsable considera más oportuno.

Por si no me he explicado, no pretendo defender la elección de Mas, simplemente digo que no tiene porqué ser criticable por tratarse de un afiliado a otro partido. Es más, considero que sería una muestra de madurez política que algún día nuestra se llegase a seleccionar a los cargos públicos más por sus capacidades personales que por las deudas pendientes por servicios prestados al partido.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Demografía interadministrativa

Fuente: Regió7
La cooperación entre las diversas administraciones es hasta más que aconsejable en una sociedad avanzada como se supone que es la nuestra. Sin embargo, por lo visto, en lo que se refiere a los estudios demográficos la información no debe fluir como sería deseable.

Es la única explicación posible para entender que, mientras el Gobierno de España es capaz de predecir que en cosa de cuarenta años el número de pensionistas será tal que el sistema no se podrá sostener con las cotizaciones de quienes trabajen, en Manresa no se haya podido prever que eran precisos más centros educativos para acoger a los niños de cara al curso 2011-2012.

De hecho, no acaba de cuadrarme que un supuesto boom demográfico en 2008 pueda obligar a ampliar las aulas en las escuelas pero no tenga ninguna incidencia en cuanto al número de cotizantes futuros en la Seguridad Social, aunque evidentemente puede deberse a que en Manresa seamos una especie de república independiente que haya sufrido un fenómeno totalmente ajeno a lo acontecido el resto del estado.

En todo caso, todo esto no dejan de ser conjeturas de un ignorante que pensaba que era razonable imaginar que treinta y tantos años después de un boom demográfico se produciría otro al llegar los nacidos entonces a la edad de reproducirse. Bendita inocencia la mía.

martes, 28 de diciembre de 2010

Pollos en familia

Preciosa ciencia, la estadística. Pocas otras son capaces como ella de convertir en datos objetivos y científicamente probados las elucubraciones más impensables. No voy a hablar hoy de los pollos que se come la gente sino, más bien, de los pollos que montan algunos.

El Obispo de Alcalá, en su condición de presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia ha concedido una entrevista en la cadena televisiva Intereconomía en la que ha hecho uso de las cifras para defender que el matrimonio es el antídoto contra la violencia de género, aunque luego haya dicho que eso no existe y que tal término es sólo una invención ideológica del parlamento.

Según Juan Antonio Reig, un estudio de Miró i Ardèvol en la Universitat Abat Oliba CEU (vinculada  a la Asociación Católica de Propagandistas) que no he podido encontrar en la red, coincidiría con el del Instituto de Política Familiar para afirmar que por cada homicidio que se produce en un matrimonio, tienen lugar doce en las uniones de hecho.

Dicho así, realmente, el tema sería para preocuparse. Lo que pasa es que aquí un servidor (llámenme desconfiado) se ha mirado un poco más a fondo lo que dice el estudio en cuestión y resulta que la afirmación del religioso no responde exactamente a la realidad del asunto. Según el IPF, en el 2008 se produjeron 48 homicidios en las parejas con relaciones sentimentales (59%) frente a los 33 homicidios en las parejas con vínculo conyugal (el 41% de las parejas). O me enseñaron mal las matemáticas o 48 no es 12 veces 33.

Cierto es que, cuando en lugar de números absolutos se convierten dichos números en índices de incidencia, resulta que el homicidio en las "relaciones sentimentales" es prácticamente 12 veces el de los matrimonios. No es menos cierto, sin embargo, que el estudio no especifica qué se entiende por "relación sentimental", lo cual me hace pensar que, posiblemente, se cataloguen aquí todos los homicidios producidos fuera del matrimonio, hasta cuando no hay convivencia.

Así pues, el señor Reig cometería dos errores: confundir la cifra con su incidencia y confundir cualquier tipo de relación sentimental con una unión de hecho. Posiblemente se trate de errores no intencionados que nada tienen que ver con la doctrina que pretende transmitir el personaje desde su cargo, pero creo que conviene señalarlos.

De todas formas, cabría destacar también la posibilidad de que dichas estadísticas se viesen alteradas por la práctica de algún Tribunal Eclesiástico que concede nulidades ante los malos tratos (aunque sean sólo signos y no el problema, según ellos), lo que debe convertir estos casos al segundo grupo.

Sea como sea, estoy convencido de que la amplia formación de la que, sin duda, una eminencia como el señor Reig disfruta, le dará para saber perfectamente que no se puede establecer una relación causal de esas simples cifras y que, por lo tanto, vender el matrimonio como antídoto a la violencia doméstica (él prefiere esta denominación) es casi tan tendencioso como el ejemplo del pollo que se comió aquél.

Creo sinceramente que es perfectamente legítimo defender un modelo determinado de familia. Me parece interesantísimo que se estudie y se intenten encontrar de la manera más científica posible causas de la violencia de cualquier tipo que faciliten las acciones correctoras necesarias para erradicarla. Pero considero que utilizar datos de manera tendenciosa para que, simulando hacer lo segundo, se tergiversen los hechos para argumentar lo primero, más que un error es una falta de respeto.


martes, 21 de diciembre de 2010

La incontestable victoria del Grinch

Supongo que era cuestión de tiempo. La silenciosa pero cruenta lucha íntima entre mi espíritu navideño y el eternamente malvisto Grinch se ha acabado decantando del lado del bicho verde. En su victoria creo que ha tenido que ver un poco la edad y un mucho otra serie de circunstancias concomitantes que han apoyado al ogro incondicionalmente en su pugna contra un duende que no ha tenido aliados.

No ha sido algo repentino. Los últimos años ya se adivinaba una cierta decadencia en aquella ilusión casi infantil. De hecho, el balcón de mi casa pasó de ser el único en tener iluminación navideña de todo el bloque a ser el único que no la tenía. Conseguí que mi buzón recibiese felicitaciones navideñas de mis vecinos, justo cuando ellos dejaron de recibir las mías. Y este año, por fin, no he tocado ni una bolita del árbol y prácticamente no tendré que gestionar ningún regalo.

Un primer factor determinante en el resultado del combate ha sido, sin duda, el desgaste natural del espíritu navideño que, habiendo sido creado para durar poco más o menos quince días al año, hemos ido intentando mantenerlo de la manera más artificial posible durante un mes y medio. Cuando intenta alargarse tanto una ilusión, acaba diluyéndose.

Pero también ha contado el Grinch como aliada con la imagen de un trastero lleno de regalos navideños casi sin estrenar. La Navidad ha dejado de ser la ocasión para hacer realidad pequeños sueños para convertirse en una fuente de frustraciones periódicas. Tenemos todo lo que necesitamos y, sobretodo, un montón de cosas que no necesitamos, de manera que es casi imposible, por más que te devanes el cerebro, despertar una sonrisa sincera en quien recibe el presente.

Cierto papel crucial jugó la escena del día de reyes de hace cosa de dos o tres años, cuando íbamos con mi hijo hacia casa de su amigo Xavier para compartir los regalos. Yo aproveché para llevar al contenedor correspondiente la caja de una impresora que me había llegado de oriente y, justo cuando la iba a tirar, mi hijo solicitó su indulto. De todos los regalos que recibieron los dos niños, lo que más les entretuvo aquella tarde fue la dichosa caja de cartón.

Por último, compartir la vida con un núcleo familiar que no ha demostrado nunca el más mínimo el interés por montar un pesebre, decorar un árbol o comprar un regalo, abándonándome a mi suerte ante tales tareas a la que me doy la vuelta, así como tener la suerte de no necesitar excusas para compartir una comida o una cena con el resto de mi familia, combinado con la falta de motivación religiosa, han acabado de hacer totalmente prescindible la presencia espiritual del Advento.

La verdad es que no me siento especialmente orgulloso. En cierta manera, me gustaría que se me apareciesen tres fantasmas una noche que demostrasen mi error. Sin embargo, hay momentos en que pienso que, en realidad, he conseguido no necesitar luces de colores en las calles ni una fecha preestablecida para hacer un regalo, disfrutar de la compañía de quienes quiero o desear su felicidad. Visto así, quizá a mi Grinch le pase lo que a todos los hombres nos acontece en el matrimonio: cuando creemos haber ganado es justamente cuando nos han vencido. ¡Feliz y perpetua Navidad!

lunes, 20 de diciembre de 2010

Teatralizaciones pseudodemocráticas

Que nuestro sistema democrático no es presidencialista lo tengo clarísimo, incluso más que quien va a ser el próximo presidente de la Generalitat de Catalunya y que hace cuatro años no acababa de encajar no serlo. Pero que la situación no está como para dedicar mucho tiempo a discursitos retóricos ni a comedietas protocolarias también es evidente.

Catalunya no necesita ahora mismo que nuestra representación en cortes malgaste tiempo y esfuerzos en hacer una representación teatral de una investidura de la que nadie tiene dudas porque nadie la ha discutido desde el mismo día de las elecciones. Quizá la gente sentiríamos más cerca a nuestra clase política si aprendiesen a saltarse según que numeritos y se pusiesen a trabajar desde el primer día, eligiendo al presidente sin matices y obligando a éste a formar un gobierno que se ponga a andar lo antes posible.

Las posiciones iniciales de todos los partidos las conocemos de sobras y, si no, la culpa es suya si no nos las han sabido explicar en campaña. Ahora, que vayan por trabajo para que quien va a gobernarnos lo haga y el resto, tiempo tendrán de hacer oposición que esperemos que demuestren saber hacerla mejor que quien los precedió.

martes, 14 de diciembre de 2010

El monstruo de Bolkenstein o cuando lo urgente oculta lo más importante

Tal vez porque un apellido así invita a ello, en 2004 la Comisón Europea propuso una Directiva que amenazaba como un monstruo los derechos laborales del proletariado europeo. Sin embargo, entre otras cosas gracias a las mobilizaciones sindicales, se consiguió mutilar al engendro hasta convertirlo en la directiva de servicios en el mercado aprovada dos años después, mucho menos lesiva.

Pero los monstruos no se esfuman casi nunca y el de Bolkenstein ha vuelto en 2010 camuflado en la propuesta de Directiva de permiso único que pretende que las empresas extracomunitarias puedan implantarse en la Unión importando personas que trabajarían bajo las condiciones de sus países de origen. Es decir, el fontanero de Phillipe de Villiers dejaría de ser polaco para convertirse en chino, marroquí o turco.

No es de extrañar que la propuesta sea defendida por la derecha que, evidentemente, tiene claro que la proyección a largo plazo es que quien quiera trabajar en Europa tendrá que aceptar las condiciones chinas, marroquís o turcas porque las empresas autóctonas habrán adoptado dichas nacionalidades y amenazarán con emplear al personal de allí.

En esta ocasión, sin embargo, la discusión no ha llegado hasta la opinión pública hasta ultimísima hora, entre otras cosas porque las fuerzas sindicales están lo bastante ocupadas con intentar movilizar urgentemente a las amansadas masas contra las rebajas de sus pensiones y otros derechos, como para verse incapaces para que nadie defienda lo que les costaría mucho entender que les afecta.

Afortunadamente, por una vez y sin que sirva como precedente, la derecha ha sido quien ha actuado con total fragmentación posibilitando que desde la izquierda se aplazase el avance del monstruo. En los próximos dos meses liberales y conservadores se pondrán de acuerdo en la cirugía estética que le conviene a la criatura y volverán a presentárnosla. Si somos capaces de captar la importancia del asunto, tal vez podremos alejarla una vez más, si nos despista lo urgente, quizá habremos salvado el derecho a jubilarnos a los 65... como en China.

Eludiendo responsabilidades

El chiste de más arriba lo he sacado del muro de facebook de un "camarada de lucha" que actuó de gran gurú en mi formación como sindicalista. Quien haya seguido o siga este blog, tendrá claro ya a estas alturas que no seré yo quien defienda nuestro sistema financiero o quien lo exculpe de su responsabilidad en la situación más financiera que económica que estamos viviendo, pero tampoco seré yo quien tolere que el resto de los mortales eludamos responsabilidades al respecto.

No creo que el chiste diga ninguna mentira, pero tal vez sí que omita alguna verdad. No explica que el protagonista era conocedor de que su vivienda estaba siendo tasada por encima de lo que en realidad costaba. Tampoco que, seguramente, la escrituró por menos de la mitad de lo que en realidad costaba en una notaría en la que su titular se ausentó cómplicemente del despacho por unos minutos mientras se producía la transacción, con la única finalidad de eludir impuestos.

Lo más probable es que, con la diferencia entre el precio realmente pagado y el tasado, nuestro protagonista se comparse un coche nuevo y se pagase una magníficas vacaciones en el caribe y, todo ello, sabiendo que su nómina de trabajador no cualificado con contrato de duración determinada le llegaba justito, justito, para pagar la cuota de la hipoteca a final de mes contando que el euribor se comportase adecuadamente.

Las entidades financieras han actuado, evidentenmente, sin el menor de los escrúpulos a la hora de conceder créditos a diestra y siniestra con el objetivo de unos prometedores beneficios que se han transformado en un parque immobiliario del que son incapaces de librarse. Sin embargo, eso no quita de que gran parte de nuestra población se haya comportado con auténtica irresponsabilidad al participar conscientemente de un juego en el que todo el mundo ha perdido.

El protagonista del chiste, en mi discutible opinión, no es tan culpable como dice ser, pero probablemente alguna responsabilidad como cómplice necesario sí que tuvo.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Citius, altius, fortius.

Llevo años intentado entender la paradoja que supone para mí esa expresión de "deporte profesional". Cuando yo era joven, hacer algo por deporte era hacerlo sin esperar más recompensa que la autosatisfacción pero se ve que, en un mundo materialista como el nuestro, la recompensa al esfuerzo o es económica o no vale la pena.

El deporte profesional no es tal cosa, sino más bien un espectáculo alrededor del cual generar negocio. No voy a decir que me parezca ilícito, evidentemente, especialmente cuando pago anualmente un abono de baloncesto ACB, pero creo que debería diferenciarse hasta en el nombre de lo que hacemos muchísima gente en el tiempo que liberamos de nuestras obligaciones, porque tiempo libre no nos queda.

Lo digo porque después confundimos a todo el mundo. En primer lugar a nuestros chavales y chavalas, a quienes acabamos enseñando que el objetivo es triunfar y no disfrutar y que no basta con hacerlo bien, sino que hay que hacerlo mejor, sobretodo mejor que el hijo del vecino.

Pero también nos autoconfundimos cuando defendemos que se dediquen recursos públicos a subvencionar el deporte elitista (que no de élite) porque se supone que fomenta su práctica entre la población para que luego, los críos y crías que juegan en esos mismos clubs tengan que pagarse hasta los calcetines a precio de oro.

El único deporte que se fomenta desde la profesionalidad es el de sillón y mando a distancia o, si mucho se me apura, el de grada insultante. A quienes nos gusta el deporte podemos pedalear cuando no hay Tour de Francia, correr tras el balón cuando se acaba la liga o raquetear sin Roland Garrós, y lo hacemos aunque sabemos que nunca lo haremos como Contador, Messi o Nadal.

Pero claro, como correr tras la pantalla no cansa, queremos que esos, los de la élite, cada vez sean más rápidos, más altos y más fuertes, importándanos un rábano que haya límites que resulten infranqueables por naturaleza. Luego, cuando la evidencia nos asalta y descubrimos que para superarlos se ha recurrido al dopaje, nos llevamos las manos hipócritamente a la cabeza y nos preguntamos cómo puede ser.

Claro que, para hipocresía, la de toda esa gente de ese mismo mundo que ahora dice que no sabía nada. O, casi peor, los que dicen que sí sabían pero nunca dijeron nada. Los que se han dopado no han hecho más que ser incapaces de salir de un círculo vicioso en el que o daban más o era como si no diesen nada.

Quizá deberíamos empezar a quitarnos las orejeras y a darnos cuenta de que esto del deporte profesional es como el cine pero sin efectos especiales y que habrá que pedir lo humanamente posible, pero no más allá.  O hacemos eso, o tal vez algún día nuestros propios vástagos, que serán citius, altius y fortius que los del vecino, nos tendrán que confirmar que, aunque los hijos siempre superan a sus progenitores, los milagros no existen y sólo son efecto de la eritropoyetina y sus derivados.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Sin ánimo de lucro

El Barça ha decidido incorporar publicidad en su camiseta. Lo aplaudo sinceramente entre otras cosas porque estoy convencido de que los ingresos que no le lleguen por ahí, como en muchos otros clubs deportivos de élite, los acabaremos pagando de manera más o menos indirecta entre la totalidad de contribuyentes de este país.

Pero como el Barça es más que un club, no podía conformarse con la publicidad de una empresa cualquiera y ha buscado ser esponsorizada por una fundación sin ánimo de lucro. La verdad es que eso, ya de entrada, me sorprende bastante. Que una fundación sin ánimo de lucro decida gastar 30 millones de euros para que su logo luzca en la camiseta de un club de fútbol (aunque sea el mejor del mundo) no me parece para nada razonable.

Pero Qatar Foundation ha decidido hacerlo. Se trata de una fundación sin ánimo de lucro que, según su web, tiene por misión "preparar al pueblo de Qatar y de la región para conocer los retos de un siempre cambiante mundo y hacer de Qatar un líder en innovación, educación e investigación".

Será que el desconocimiento me hace desconfiado pero, visto que el fundador de dicha organización no es otro que Hamad Bin Khalifa Al-Thani, actual emir de Qatar y su presidenta la mujer de éste y considerando que el país en cuestión es una pequeña porción de Golfo Pérsico a la que le salen los petrodólares por lo oídos, tengo mis sospechas de que posiblemente no tenga toda la transparencia que sería deseable para que su logo comparta camiseta con UNICEF.

No voy a decir ni mucho menos que sea más digno anunciar una casa de apuestas, pero sí que sería peligroso que la directiva del Barcelona estuviese ofreciendo accidentalmente su imagen a una organización que enmascarase bajo la apariencia de algo loable cualquier cosa menos respetable.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Entre Londres y Madrid

Lamentablemente, creo que no hay ninguna democracia que convierta el programa electoral de las candidaturas en obligación contractual. Creo que sería de aquello más razonable que quien gane unas elecciones tenga necesariamente que trabajar por cumplir los objetivos que había propuesto y por los que se le había elegido.

El ejemplo de David Cameron en Gran Bretaña es de cajón. Siete meses después de haber sido investido Primer Ministro lleva a aprobación la multiplicación por tres de las tasas universitarias cuando durante la campaña había prometido que jamás subiría costes en educación.

Con toda seguridad habrá quien se dedique, con mayor o menor acierto, a buscar parecidos entre dicha decisión y las tomadas por el ejecutivo del Sr. Rodríguez en España. De hecho, las iniciativas que se suponene que han de servir para atajar la crisis en los dos estados adolecen por igual de ser antisociales, cortoplacistas y contraproducentes a medio plazo.

Convertir el acceso a la universidad en un lujo que sólo se puedan permitir los más ricos resulta al menos tan antisocial como abaratar despidos, alargar edades de jubilación o reducir salarios. Intentar incrementar ingresos a costa del precio de una educación digna es tan cortoplacista como privatizar las únicas fuentes viables de ingresos de un estado, como puede ser la lotería o los aeropuertos. Excluir de la formación universitaria a toda la juventud que no se pueda permitir pagar 10.000 € de matrícula puede tener unos efectos a medio plazo tan contraproducentes como seguir apostando por un mercado laboral que sólo puede competir con los del resto del mundo por barato.

Existe, sin embargo, una diferencia que sí que podrá usar como atenuante el presidente español: el contexto económico durante su campaña electoral no era el actual. Cameron no puede decir lo mismo y no puede escudarse en la crisis para justificar el incumplimiento de su programa, puesto que se postulaba como la solución a ésta.

Así las cosas debería imponerse la prudencia. Aquí también hay quien promete tener la alternativa para sacarnos de la crisis sin detallarnos cuál es y tiene serias opciones de poder llevarla a cabo. Tengamos cuidado porque queda demostrado que en el mundo de la derecha atenuar (los efectos de una crisis) se confunde con atenazar (a los más pobres) con cierta frecuencia.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El milagro del arsénico

La ciencia es tozuda y, a pesar de que le cuesta horrores reconocer una teoría como cierta, una vez que lo hace tiende a convertirla en axioma irrefutable y a rechazar todo aquello que se opone a ella. Yo tengo entre casi y absolutamente nada de científico. Me falta la inteligencia, los conocimientos y, sobretodo, la actitud para serlo. Debe ser por ello que siempre que he oído que se descarta la existencia de vida en un determinado lugar por la ausencia de agua, por ejemplo, me ha sorprendido pensar que la biología no pueda imaginar una forma de vida sin ella.

Creo desde mi tremenda ignorancia que la comunidad científica dejó hasta cierto punto atrás el teocentrismo que la paralizó durante siglos pero que, en cambio, no ha sido capaz de desprenderse aún del geocentrismo. Un geocentrismo que, en este caso, yo definiría como la incapacidad para buscar patrones válidos más allá de los que conocemos que funcionan en nuestra Tierra sensorial para aplicarla en otros ámbitos.

Que se hayan encontrado bacterias capaces de vivir en y a costa del arsénico no deja de ser, hasta cierto punto, metafórico. La vida se ha demostrado viable en una sustancia que para nosotros significa muerte. Tal vez sí que existe vida donde creemos que no la hay o incluso vida más allá de la muerte. Quién sabe si no la hemos conocido ya pero, simplemente, la hemos despreciado porque no coincide con nuestro concepto preconcebido.

No estoy muy seguro, pero me parece que el milagro del arsénico puede llevar a cuestionarse muchos esquemas dogmáticos en la biología y eso, sin duda, puede ser el primer paso para enfrentarse a nuevos enigmas y así encontrar nuevas respuestas.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Descontroladores aéreos

No creo que haya mucho que añadir a lo que ya dije en su día respecto al conflicto de los controladores aéreos. De todas maneras creo que la espectacularidad de la última acción que, según esa especie de modelo masculino que tiene fichado su sindicato como portavoz, es espontánea, merece algún comentario.

La verdad es que a mí no me engaña el guaperas y tengo claro que el sindicato ha instigado la movilización o, más bien dicho, la desmovilización de los controladores aéreos por sorpresa total. También tengo claro que el gobierno ha demostrado la falta de un plan B para controlar una situación que, posiblemente, ha hecho poco por evitar.

Digo esto último porque intentar recortar de un plumazo todas las prevendas dadas a un colectivo históricamente es un error y hacerlo sin el diálogo suficiente que permita estudiar contrapartidas y, en su caso, los términos y plazos para recuperar el camino perdido, es una declaración de guerra en toda regla. Aunque estoy convencido de que el sindicato de controladores no habría hecho en absoluto ninguna concesión, poder explicar que se ha intentado facilitaría la posición del gobierno.

De todas maneras, no acabo de entender cuál es la estrategia de los profesionales. Cuando el camino hacia la privatización está más que abierto, ganarse como lo están haciendo la incomprensión e incluso la indignación de la opinión pública no creo que les beneficie en lo más mínimo. A estas horas, estoy seguro que mucha gente aplaudiría que las amenazas del fiscal se cumpliesen y alguien acabase en prisión por fastidiarle las vacaciones (triste pero cierto).

Y la última reflexión que quedaría iría para el resto de la población asalariada. En pocas horas un sindicato corporativo ha conseguido lo que no consiguieron los sindicatos mayoritarios en meses de preparación: poner en jaque a las autoridades y movilizar hasta al ejército. Si un puñado de trabajadores cualificados y bien pagados puede más que millones de obreros y obreras, este mundo ha cambiado mucho en las últimas décadas.

Una preocupante normalidad

A todo el mundo le gustaría que, en la actual situación de crisis económica y financiera, algo se normalizase al fin. Sin embargo, que el ministerio de trabajo anuncie que nuestro mercado de trabajo se ha normalizado cuando tenemos un 20% de tasa de paro después de crecer en más de 24.000 personas desocupadas en el último mes y de que menos del 10% de los nuevos contratos sean indefinidos (de nombre), no creo que resulte una noticia muy halagüeña. ¿está quizá el gobierno reconociendo que más no vamos a mejorar? ¡Bendita reforma del mercado laboral tuvimos!
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