miércoles, 17 de noviembre de 2010

Una Papada más

Hay cosas que uno piensa pero que no comenta por miedo al ridículo. La verdad es que si alguien sigue mi blog sabrá ya de la indiferencia que despertó en mí la reciente visita del Papa a España pero, como que hacia el medidodía del domingo era difícil ver cualquier otra cosa en televisión, me sorprendí viendo la escenita en que, después de que el Santo Pontífice enguarrase el altar de aceite, una abnegadas religiosas se dedicaban a limpiarlo y poner la mesa.

La verdad es que me sonó a una escena de lo más machista, pero me guardé la observación e intenté justificarla por su marco litúrgico. La iglesia católica, de hecho, no se caracteriza precisamente por su militancia en pro de la igualdad de géneros, pero si unas mujeres desean asumirlo así, son libres de hacerlo.

Visto así, que después saliesen voces críticas con el ritual generó una especie de división en mi propia opinión que amenazaba con llevarme a la esquizofrenia si no hubiese sido por las declaraciones de una de las protagonistas.

Resultó ser que una de las monjas que participó en aquel acto declaró haber limpiado el altar con mucho orgullo. Hasta ahí me hizo decantarme por la libertad individual de elgir el rol que se desee, sin que nadie deba imponerle otro porque sea más políticamente correcto o socialmente deseable. Sin embargo, no se conformó con acabar ahí el comentario y aseguró que todo hombre debería sentirse feliz de ver a su mujer limpiando.

Y ahí se acabó mi dilema. Definitivamente, si desde la iglesia se entiende así, estamos hablando de un órgano retrógrado y nocivo para el avance de una sociedad que no puede permitirse el lujo de renunciar a todo lo que puede aportar la mitad de ella más allá de los servicios de limpieza.

Tomar los hábitos es una decisión personal muy respetable, pero interntar desde ellos lanzar mensajes de servilismo a las mujeres no es más que una muestra de cómo de claro tiene la iglesia católica que la única forma de garantizar su egemonía en nuestra sociedad es la de evitar que ésta progrese y, como sabe que para el progreso social se hace indispensable la participación activa de las mujeres, las invita a convertirse en humildes sirvientes de unos maridos que, además, deberían sentirse felices de estar casados con la mujer de la limpieza.

Luego a alguien le extrañará que a mí me importen un pepino las visitas papales...

3 comentarios:

Mariano Puerta Len dijo...

A mí, de esta polémica, me sorprende la sorpresa. Como cuando la gente se queja de las víctimas civiles en una guerra. ¿Qué esperaban de una guerra? ¿Qué esperaban de la iglesia católica?

L o L i T a dijo...

Ayyyyyyyy....que poco orgullosa va a sentirse de mi la iglesia y sus apostólicos fieles! ;)

(ja,ja...te puedes creer que mi palabra de verifivación es "monge")

Ramón Martín Cabeza dijo...

Me puedo creer lo que tú me cuentes, Lolita. A todo esto, lo que no entiendo es porqué no se va a sentir orgullosa de tí la iglesia, ¿a caso no limpias con suficiente frecuencia?

Mariano, a mí no creo que me haya sorprendido la iglesia, probablemente sí que lo ha hecho una mujer hablando en su nombre.

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