lunes, 31 de enero de 2011

Prefiero un mal acuerdo a un decreto peor

No creo equivocarme mucho si digo que quienes vamos a valorar positivamente el acuerdo alcanzado sobre la modificación del sistema de pensiones perteneceremos, al menos, a uno de estos dos grupos: los que sabemos lo que es negociar bajo una espada de Damocles y los que se han creído la necesidad imperiosa de retrasar la edad de jubilación.

La gente del primer grupo tenemos claro que, cuando quien tiene la sartén por el mango tiene decidido hacer algo,  o aprovechas el margen de maniobra que te permitan las circunstancias o acabarás pasando por un tubito muy estrecho. Ahí creo que los sindicatos han sido altamente habilidosos para, a pesar de un apoyo popular limitado (por más farol de huelga general) y una coyuntura económica y geopolítica adversa, convertir una imposición inicial (el retraso de la edad de jubilación) en una casuística que se dará en determinadas condiciones. Eso sí, obviamente con otras concesiones (como el tiempo de cómputo para el cálculo del importe).

Respecto al segundo grupo hablo en tercera persona porque yo sigo sin tener muy claro que lo de la necesidad exista más allá de la exigencia de unos mercados a los que les vendrá muy bien que la gente suscriba planes privados de pensiones, de manera que puedan disponer y hacer negocio con los ahorros particulares de la gente durante decenios continuados. Si un año con un paro del veinte por ciento, pagando subsidios a quienes agotan la prestación por desempleo y repartiendo aún cheques bebé se ha cerrado el balance de la seguridad social con superhábit, la afirmación de que en veinte años el sistema será deficitario tendrían que explicármela despacito.

Aún así quedará un grupo difícil de calcular pero nada despreciable en número de personas que seguirán afirmando que los sindicatos son unos vendidos y que le han hecho el trabajo sucio al tal Zapatero, que es su amigo. Yo no estoy entre ellos, aunque sí me ha sorprendido una de las novedades incluidas en el acuerdo, si realmente lo está como se explica.

Me cuesta entender que con tanto tiempo luchando por conseguir que las mujeres pudiesen incorporarse al mercado laboral en igualdad de condiciones, de hablar de conciliación de vida laboral, familiar y personal para garantiza la compatibilidad del trabajo remunerado con la paternidad y la maternidad, así como de dedicar esfuerzos a hacernos entender a los hombres que lo de las criaturas y las casas no son una cuestión de si nos colgaban o no unos pinganillos entre las piernas, resulta que parece que se premiará a las mujeres que decidan interrumpir su carrera profesional durante dos años para cuidar bebés.

Seguramente yo he entendido mal o la medida o todo lo que creía tener claro respecto a esas cosas de la igualdad, pero me suena a algo negociado entre hombres convencidos de estar haciéndole un gran favor a unas mujeres cuando, en realidad, lo que pasará es que no generará ningún remordimiento de conciencia al empresariado enviarlas a casa durante dos añitos para cuidar de la prole bajo la excusa de que, al fin y al cabo, para eso les dio Dios la virtud de parir. Todo un avance en la lucha por la igualdad, sin duda.

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