jueves, 27 de enero de 2011

Reflexiones sobre la incoherencia humana

No sé si ha sido por la hipoglicemia o por la deshidratación, pero las clase de spinning de hoy me ha producido un cierto efecto de iluminación mística que me ha conducido a una profunda reflexión sobre lo incoherente o, quizá, lo absurdo del ser humano.

Desde que se nos puede considerar como especie, las personas nos hemos dedicado a buscar las maneras para reducir los esfuerzos que nuestra subsistencia requería. Así, inventamos la rueda para no tener que fatigarnos arrastrando cosas, aprendimos el arte de la ganadería para poder evitarnos la persecución de las piezas y, de paso, poder convertirnos en tribus sedentarias, ahorrándonos así los desplazamientos estacionales en busca de alimento.

Pero no teníamos bastante. Moverse de un sitio a otro cansaba, así que domesticamos animales e inventamos mecanismos. Primero carros, luego bicicletas y más tarde ambas cosas con motores incorporados para que la comodidad fuese mayor y el esfuerzo menor.

Aún así, llegó el día en que bajar de coche para abrir la puerta del aparcamiento empezó a resultar pesado, así que inventamos el mando a distancia, que aplicamos más tarde a los televisores, no vaya a ser que gastásemos en casa las energías ahorradas en la calle.

Evidentemente, el hecho de mecanizar nuestros viajes nos ayudó a ganar tiempo, un tiempo que nos sirvió para disfrutarlo con ese mando que habíamos aplicado a la tele y, más recientemente, con sus versiones para videoconsolas. Entonces, alguien descubrió que no hacer ejercicio físico era malo. 

Alguna otra persona tuvo la genial idea de inventar gimnasios: unos sitios maravillosos donde la gente anda, corre y pedalea para no llegar a ningún sitio y levanta pesos para no producir absolutamente nada y, encima, paga por ello. Eso sí, a cambio se obtiene (si se posee la constancia y la determinación suficientes) un cuerpo Danone, es decir, acorde a unas proporciones que no sabemos quién ha decidido.

Visto así, el gimnasio acaba siendo una muestra irrefutable de que somos bastante menos racionales de lo que pensamos. Nuestra inteligencia ha traicionado a nuestro sentido común y hemos conseguido esclavizarnos para tener un montón de cosas que nos obligan a esclavizarnos un rato más en el gimnasio. Nuestra estupidez, por su parte, ha conseguido que encima, lo hagamos con alegría.

2 comentarios:

Gabriela dijo...

Jua, jua, fas spinning! Així estàs tu de ioguret! Vigila qui et vol posar cullerada! Encara sortiràs en un capítol d'infidels! Ja m'ho imagino, la bici i el glaçonet de gel! (Bé no he comentat l'article, ara em poso i el llegeixo)

Mariano Puerta Len dijo...

A mi me sorprende especialmente la gente que paga un gimnasio para salir a correr por la calle.

Free counter and web stats