miércoles, 21 de septiembre de 2011

Vengadores justicieros

Vale la pena mirar bien la foto porque, según en qué momento se esté leyendo este post, Troy Davis (así se llama el hombre del retrato) estará muerto. Lo estará porque, una vez más, la especie humana habrá confundido la justicia con la venganza.

Con cierta frecuencia nos sucede eso: clamamos en favor de la justicia cuando en realidad estamos sedientos de venganza. "Es el asesino de mi padre", dice el hijo de la supuesta víctima de Davis. Pero aún en ese caso, la ley del talión no le devolverá el padre que perdió.

Es justo que quien cometa un daño lo repare en lo posible. Es justo incluso que se tomen las medidas oportunas para que quien ha hecho daño una vez, no lo cometa de nuevo. Hacerle a quien ha hecho un daño el mismo daño que ha producido, es venganza.

Lo hemos vivido en el patio del colegio, cuando justificábamos haber pegado a la criatura de la otra clase porqué ella lo había hecho antes. Nos lo explicaron una y otra vez: eso no es una solución y así no se arreglan los problemas. Por lo visto, no lo aprendimos.

No me importa que, además de mis reflexiones sobre el fondo, existan motivos de forma suficientes como para dudar que el hombre de la foto sea el verdadero asesino. Aún en el caso de que el tal Troy hubiese sido un asesino confeso, su crimen no habría sido tan diferente al que cometerán quienes colaboren por acción u omisión en su ejecución.

La justicia debe ser un principio básico en cualquier sociedad que quiera vivir en paz. Los vengadores justicieros no deberían escaparse nunca del cómic, por más que nuestro instinto nos lo pida a veces.

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