viernes, 7 de octubre de 2011

Una receta de psicótropos

¡Qué suerte tenemos la gente de mi generación! Por lo visto, las criaturas de hoy en día tienen graves problemas psíquicos que afectan a su imagen personal y a su autoestima. No sé qué parte de responsabilidad tendrán en ello los transgénicos y las radiaciones electromagnéticas, factores a los cuales la población de hace unos años no estuvimos expuestos, pero igual resulta que alguna responsabilidad tenemos quienes deberíamos cuidarnos de su educación.

En una época en la que todo el mundo busca excusas para no sentirse responsable de nada, es muy sencillo recurrir a la búsqueda de etiquetas para justificar las desgracias. Así, si una criatura no se mueve es autista, si se mueve demasiado tiene TDAH y si es un poco rarita sufre bullying; Términos todos ellos que se debían desconocer en mis tiempos tanto como las píldoras para tratarlos. Sólo en casos extremos existía un medicamento milagroso que nos salvaba de la horfandad: el agua del Carmen.

La verdad es que no creo que tuviésemos graves problemas con nuestra autoestima o nuestra imagen personal. De hecho yo no había oído hablar de eso de la autoestima hasta que lo estudié en la universidad. Habían guais y pringadillos, eso sí, pero cada cual aceptaba su rol con naturalidad, sin que ello supusiese un trauma con enormes repercusiones.

Tal vez y sólo tal vez, tenga que ver con que aprendimos con muy pocos años que el antropocentrismo ya estaba pasado de moda, que no teníamos ningún tipo de derecho adquirido y que en esta vida las cosas había que ganárselas. Vaya, que la fama cuesta y que aquí había que empezar a ganarla con sudor... y lágrimas, si era preciso.

Al final va a resultar que eso de que a un niño no se le levanta la voz y menos se le da un cachete, de que si fracasa escolarmente la culpa es del colegio y de que no se le castiga sino que se le invita a la reflexión, tiene más efectos secundarios de los que pensábamos. Menos mal que la ciencia sigue su curso y que con el tiempo tendremos todo tipo de medicamentos que hagan de la infancia una época feliz.

Claro que, teniendo en cuenta el ritmo de los recortes, quizá haya que acabar rescatando una económica medicina que resultó muy eficaz hasta finales de los ochenta. En aquellos tiempos una colleja en el momento oportuno ayudaba a recolocar nuestras neuronas y facilitaba la sinapsis. Creo que esa fue, en buena parte, la receta que nos permitió sobrevivir con más o menos éxito a una infancia en la que no teníamos ni una cuarta parte de lo que tiene nuestra patológica descendencia.

1 comentario:

Gabriela dijo...

Quina entrada més bona! No l'havia llegit encara!

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