viernes, 8 de julio de 2011

Sensaciones vacacionales

Pido disculpas a la gran cantidad de fans que estos días deben estar en estado depresivo por la ausencia de noticias en este blog. Ciertamente no puedo argumentar ninguna excusa de peso más allá de que lo del verano es muy duro para pensar y aún más para escribir y que, entre medio, pasé una semana de vacaciones sin conexión a la red.

La verdad es que ha sido una semana intensa con muchas emociones relacionadas con primeras experiencias. Os podría hablar de lo gratificante que resulta acceder a una cala solitaria de agua cristalina, de lo curiosamente simple, natural y poco erotizante que es encontrarte con la desnudez en una playa nudista, o de lo emocionante que puede resultar saltar desde 4000 metros de altura con un paracaídas.

Pero no, de todas las experiencias que me llevo de esta semana os contaré la que rodea al robo de mis dos bicicletas en la terraza del apartamento. La verdad es que es indignante descubrir que hay quien no respeta lo ajeno incluso si el objeto a sustraer se encuentra en una terraza particular y a tres metros de distancia de la acera. Quizá uno sea demasiado inocente y no se le pasa nunca por la cabeza la posibilidad de poseer nada por métodos ilegítimos, por lo que descarta la posibilidad de que otros sí se planteen ese método de adquisición de bienes.

Sin embargo, tanto o más que la indignación inicial de saberse robado, marca la sensación de impotencia de que en unas dependencias de la Policía Local a las que tuve que ir por dos veces para acabar interponiendo la denuncia en la comisaría de Mossos de Esquadra, me sintiese tratado prácticamente como si yo fuese el culpable de la sustracción por tener las bicis en mi propia terraza.

Estoy casi seguro de que la Policía Local de Castelló d'Empúries tiene muchas cosas mucho más importantes que hacer que perseguir ladrones de bicicletas pero, aún así, no acabo de entender que los agentes de la autoridad denotasen más un predisposición a comprender y justificar la acción de unos delincuentes que a compartir mi indignación porque haya quien decida incumplir la ley.

Según me han contado, en el lejano oeste se linchaba a quien osaba robar un caballo. Aquí, por lo visto, si te roban la bicicleta en tu casa, la culpa es tuya. No seré yo quien proponga linchamientos pero, desde luego, la comprensiva actitud de la autoridad hacia quienes delinquen tampoco facilita mucho que cambien las cosas.

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